21.1.11

Del otro lado


Perdonen lo naco, pero eso de los volantes en el lado cucho es toda una impresión: el conductor se mira como aplastado contra la ventanilla y la parte izquierda del tablero parece mutilada. Tal vez éste sea el paraíso de los zurdos pero a mí, como diestro, me angustia esa mano derecha atrapada entre el resto del cuerpo y la portezuela, y que no puede ir a la palanca de cambios, hurgar en la guantera ni acariciar las rodillas de la persona que van en el asiento del copiloto.

Por alguna razón desconocida, esta conducción trastocada no se traduce en una catástrofe infinita de atropellamientos y colisiones mortales. Será tal vez la prueba de que Dios sí existe, después de todo, y que es descaradamente anglicano.

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