5.2.09

Reseña de un fandango
en medio de la crisis

La muchacha de la jarana mágica zapateando / Foto de Ira Franco

El penúltimo sábado de enero se organizó en el foro Ollin Kan, en Tlalpan, un fandango espléndido en el que el zapateado tuvo el sitio de honor. Fue un acontecimiento mágico en medio del desastre: mientras la violencia informe proseguía su curso invariable en México, mientras las ruinas de Gaza (40 mil edificaciones destruidas) seguían humeando, mientras la divisa nacional avanzaba con paso firme en dirección al carajo y mientras cientos de miles de trabajadores en el mundo y en México se volvían desempleados de la noche a la mañana, aquella pequeña ceremonia laica les salvó el ánimo a algunas centenas de participantes y de espectadores.

A medio concierto, el navegante sintió remordimientos por estar tan contento en una situación general tan desastrosa y recordó las furibundas admoniciones compuestas en el siglo XIX por Lamartine contra la frivolidad de cualquier cobarde infeliz que se atreviese a cantar (o, por extensión, a deleitarse con música) en circunstancias históricas trágicas y trascendentes. “A Némesis”, tituló el romántico su regañiza. Déjenme intentar una aproximación:

¡Deshonor al que canta mientras Roma se incendia
si ojos, ánima y lira no tiene de Nerón,
en tanto que el incendio en río ardiente fluye
de palacios a templos y del Circo al Panteón!

(Honte à qui peut chanter pendant que Rome brûle,
S’il n’a l’âme et la lyre et les yeux de Néron,
Pendant que l’incendie en fleuve ardent circule
Des temples aux palais, du Cirque au Panthéon !)

Cosas veredes: 150 años más tarde, Pablo Milanés recalentó esos versos marmóreos en la salsa de un gusto setentoso para alinear a artistas frívolos y pequeñoburgueses en torno a las flagelantes directivas del Comité Central:

“Pobre del cantor de nuestros días
que no arriesgue su cuerda
por no arriesgar su vida.
[...]
Pobre del cantor que un día la historia
lo borre sin la gloria de haber tocado espinas.”

Por esas mismas épocas, del otro lado del Atlántico, Tonton Georges respondía a Lamartine y le explicaba:

Vergüenza al descarado que canta mientras Roma
se quema en el incendio –pero Roma arde siempre.
Vergüenza si compone, pese a todo, canciones
de amoríos pequeños.
[...]
Son eternas las llamas de la Ciudad Eterna.
Si Dios quiere el incendio quiere también las coplas.
¿A quién piensan hacer creer que el simple pueblo
si canta, pese a todo, es un perfecto ojete?

(Honte à cet effronté qui peut chanter pendant
Que Rome brûle, elle brûle tout le temps...
Honte à qui malgré tout fredonne des chansons
À Gavroche, à Mimi Pinson.
[…]
Le feu de la Ville Éternelle est éternel.
Si Dieu veut l'incendie, il veut les ritournelles.
À qui fera-t-on croire que le bon populo,
Quand il chante quand même, est un parfait salaud ?)

El suscrito resolvió el dilema mediante una reseña que quedó así:

Es el centro, la tarima,
del fandango popular.
allí se ha de zapatear
y en torno a ella se rima
con una elegante esgrima
que no puede
hacer cualquiera;
se invitó, de esta manera,
a voces a cual más fina:
las de Domínguez Medina
y de Samuel Aguilera.

Se llama “Al sol y al sereno”
este evento memorable
que es, además de danzable,
poesía y canto bueno.
Si alguien no se queda lleno
con la expresión de esta gente,
pues mejor que ni se siente
y se vaya a toda prisa
a enchufarse a Televisa
con una mirada ausente.


De entre tantos nombres
que el lápiz apunta,
cuál es más acorde
y uno se pregunta:
–Si Agustina Ramos,
si Son de Madera,
si los dos hermanos
Oseguera Rueda,
si el de doña Adela,
si el de don Marciano,
si Tereso Vega,
si el de Relicario.

Vimos, en días pasados,
en una remota tierra,
cómo una sangrienta guerra
dejó campos asolados
y miles de asesinados
por un criminal orate.
Por eso a algunos les late
venir por este camino
con keffiyeh palestino
en lugar de paliacate.

Suenan las jaranas,
el tacón se apunta,
acompaña el arpa
y uno se pregunta:
–Que si es un fandango,
que si es un sarao
que si es el canto
de Adriana Cao;
que si es una garza,
si es una pantera,
o que si es la danza
de Rubí Oseguera.

En este periodo amargo
nos golpea la inflación
y un chaparrito pelón
quedó chico en el encargo.
Aquí estamos, sin embargo,
soportando el aguacero,
con el acorde certero
de Natalia, en el violín,
y Miguel, al clavecín,
un 24 de enero.

Qué hermoso fandango
el que aquí yo veo,
hundido en el fango
del desempleo,
no por las jaranas,
no por la canción,
sí por las burradas
de Calderón.

Si el país se encuentra herido
por una mafia inclemente
que puso de presidente
a un tipo muy disminuido,
para silenciar el ruido
de este grupo gobernante,
no hay nada mejor que el cante
del fondo de la nación,
que hermana a la tradición
y la esperanza triunfante.

La copla veracruzana
en su cantar entrecruza
la poesía andaluza
con la raíz africana,
una nota americana
anterior a la Conquista
y un acento modernista
que al planeta nos hermana:
se llevan bien la jarana
y un piano minimalista

Se cierra la tarde,
la noche despunta,
esto está que arde
y uno se pregunta:
–si de la Parroquia,
si del Papaloapan,
las coplas jarochas
que gustan y atrapan.
Que si es un avión,
que si es Supermán;
o que si es un son
en el Ollin Kan.

Nos han traído la luz
y nos regalan el viento:
las coplas de Sotavento
y el ritmo de Veracruz.
Si ya llegó su autobús
y si ya se quieren ir,
déjenme nomás decir,
como habitante de Tlalpan,
que en esta tierra no espantan
y que vuelvan a venir.


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