14.5.07

Te la pelas, Bush


“La destrucción completa de la raza humana parece una tarea casi imposible. Para hacer que la vida inteligente se extinga permanentemente en este planeta, sería necesario:


  1. Matar a todo ser humano; si sobreviviese un solo grupo de cincuenta personas de ambos sexos en algún lugar, la operación sería fútil. Nuestra civilización podría entonces volver a su estado anterior en sólo medio millón de años.

  2. Matar a todos los monos y simios del mundo. Las ramas de cualquiera de sus especies podrían con el tiempo (unos pocos millones de años) evolucionar hacia una potente civilización tecnológica.

  3. Matar a todas las ardillas, tupayas y todos los demás mamíferos trepadores. Se cree que nuestros ante pasados han sido animales de este tipo hace unos 70 millones de años.
    Destruir todos los árboles y toda la vida vegetal, y estancar de algún modo los océanos para privar a toda especie superviviente de oxígeno.

  4. Repetir la última operación cada millón de años. Una vez que la vida vegetal se hubiera restablecido a sí misma, le seguiría pronto una atmósfera de oxígeno que puede originar la vida. A la larga, por lo tanto, el mundo parece ser casi indestructible como habitat para la vida por un tiempo muy largo.”

    Adrian Berry
    Los próximos diez mil años
    Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 43.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedro Miguel:

Este artículo me gusta
pues optimismo contiene,
pues lo que alguno sostiene
del fin del mundo, me asusta.
No parece cosa justa,
que Bush pretenda acabar
con la tierra, que al rodar
el día y la noche alumbra.
Con la luz y la penumbra,
p'a que podamos versar.


Un abrazo

Pedro Miguel dijo...

Si pudiera hacer su gana,
Bush, con grandísima jeta,
liberaría al planeta
de toda la especie humana.
Pero hay la certeza sana,
Berry la supo expresar,
y hoy nadie la va a negar
y nadie se la disputa:
que ningún hijo de puta
nos logrará exterminar.

Anónimo dijo...

Que ningún hijo de puta
acabará con la tierra,
aunque promueva la guerra
y propicie la disputa.
Aunque, marcado en su ruta
esté puesto el exterminio,
aunque bajo su dominio
se encuentre la mayoría.
Habrá de llegar el día
en que triunfe el raciocinio.