15.11.04

Regreso a Octubre

  • La insurrección de Petrogrado: ¿buena, mala o todo lo contrario?
  • Avances sociales en la Rusia postsoviética 
  • Lenin, como el Prometeo de Renato Leduc

SIGNO DE LOS TIEMPOS: estamos a mediados de noviembre y la última conmemoración de la revolución rusa, el día 7, pasó prácticamente inadvertida fuera del país de los soviets y de los zares, de no ser por unos despachos aislados. Digo “última” no en el sentido incorrecto de “la más reciente”, sino en su sentido real: la Duma aprobó la abolición de la fiesta oficial de esa fecha, que ya había sido desvirtuada por Boris Yeltsin, quien la convirtió en Día de la Concordia y la Reconciliación. Ahora se busca establecer una jornada De la Unidad Nacional tres días antes, el 4 de noviembre, fecha en la que se conmemora una batalla ocurrida en 1612, en la que los rusos liberaron a Moscú del dominio de los polacos, alemanes y lituanos que ocupaban la ciudad. Ese día se festeja, además, a la Virgen de Kazán. Este año el Partido Comunista sacó a las calles más de 100 mil personas en distintas ciudades para defender la conmemoración de la gesta de octubre, la cual, por un ajuste entre los calendarios gregoriano y juliano, ocurrió en noviembre. Según un cable de Efe, más de 10 mil personas se congregaron en la capital rusa bajo banderas rojas junto al mausoleo de Lenin para luego marchar hasta el monumento a Marx, frente al teatro Bolshoi, y celebrar su mitin al son del himno soviético y la Internacional. Blandiendo retratos de Lenin, Stalin y el Che (¡pero qué divertido convivio, che!), militantes comunistas y de otras organizaciones (Rusia Trabajadora, Vanguardia de la Juventud Roja, los partidos Agrario y Nacional-Bolchevique y la Unión de Oficiales Soviéticos) se dieron cita para repudiar al “dólar agresor” y defender la vigencia del “calendario rojo”.

FUERA DE RUSIA, los partidarios de seguir conmemorando la insurrección de Petrogrado se dividen --todavía, después de tantas décadas-- entre quienes suspiran ante el retrato de Stalin y los que acumulan dioptrías ante las páginas de Trotsky.

http://www.1917.com

http://www.wsws.org/

http://www.oocities.org/CapitolHill/Lobby/9332/revrusa.htm

http://www.elmilitante.org/aniversario/trot_4.htm

Un antro en Singapur

PESE A LOS INTENTOS por desacralizar, desdramatizar o tomar distancia de los acontecimientos ocurridos hace 87 años en la ciudad del Báltico, Octubre (es decir, noviembre) sigue concitando pasiones, no sólo porque fue determinante en el acontecer planetario a lo largo de siete décadas y media del siglo pasado (plazo un poco mayor a los 10 días narrados por John Reed), sino porque la aventura bolchevique y sus secuelas fueron, durante décadas, modelo de lo que hay que hacer (Lenin dixit) o de lo que hay que evitar, asegún. Los detractores más burdos del proceso la reducen a un “golpe de Estado” y al comienzo de una dictadura cruel y sanguinaria. En estas épocas de corrección política no abundan los que la consideren el inicio de una empresa civilizatoria que, como todas las demás, tuvo expresiones de brutalidad extrema, pero también aspectos luminosos y profundamente humanos. Los primeros sostienen que, si Lenin y su bola de jacobinos iluminados no se hubieran atravesado, Rusia habría llegado a la democracia parlamentaria hace casi un siglo, y recuerdan que el gobierno provisional estaba a punto de proclamar una constitución y de establecer un legislativo respetable. Los segundos señalan que sin los bolcheviques el país habría caído en una dictadura militar y recuerdan el apoyo de los cadetes, los mencheviques y los eseristas (es decir, de los partidos democráticos) al idiota de Kerensky, quien, a su vez, mandó llamar a Petrogrado al general Kornilov, suerte de antecesor frustrado de Franco y Pinochet.

La enfermedad de Lenin

A LA POSTRE, los bolcheviques lograron sobrevivir a la embestida de la contrarrevolución interna y de las invasiones extranjeras, pero a costa de la pérdida de sus esencias políticas, y sólo para sucumbir ante la dictadura del más gris de sus dirigentes. Muy pocos de los protagonistas centrales de la insurrección de Petrogrado escaparon a los asesinatos emprendidos por Stalin tres décadas más tarde. En los años 70 y 80, lo que se había concebido a sí mismo como el primer Estado obrero de la historia había degenerado ya en una gerontocracia de momias vivientes que cada 7 de noviembre se encaramaban sobre la tumba de su momia muerta para observar el desfile de asombrosos recursos militares obtenidos con la exacción implacable de un pueblo aterrorizado y paralizado por el recuerdo de las masacres estalinistas que se cobraron la vida de tantos soviéticos como la invasión nazi de 1941. Y hace 20 años la película se fue en reversa: durante un breve periodo la socialdemocracia volvió al poder de la mano de Gorbachov, en una extraña victoria póstuma de los mencheviques, sólo para despejar el camino a una nueva sucesión de zares, Boris y Vladimir, o Pootie-Poot, como lo llama George W. Bush con una afectación aniñada con aroma de peluches. Y mientras el ponedor de apodos de la Casa Blanca se afana en asesinar civiles en Fallujah, Putin se aplica en la sangrienta imitación de Nicolás I y Alejandro II en el Cáucaso.

http://www.pravdareport.com/

http://www.stormfront.org/forum/archive/index.php/t-42465

http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/12/chechenia-3.htm

HASTA LA FECHA, Rusia no ha llegado a la democracia parlamentaria, pero en los tres lustros pasados realizó grandes avances hacia la desigualdad social y la miseria. En junio de 2001 el Ministerio de Salud reconoció que 90 por ciento de la población infantil se encontraba enferma. Más de 2 millones y medio de menores vivían en las calles, y 760 de cada 100 mil eran adictos al alcohol o a drogas diversas. En marzo de 2003, las cosas habían mejorado (o se había perfeccionado el aliño estadístico, ve tú a saber) y los infantes que podían considerarse sanos habían pasado de 10 a 33 por ciento.

El futuro de Rusia

EN CUANTO A los adultos, la desnutrición, el alcoholismo, la tuberculosis y el colapso del sistema de salud han reducido la esperanza media de vida de los hombres a 59 años. La población en general decrece a ritmo alarmante, y si la tendencia sigue, dentro de medio siglo el país tendrá 50 millones menos de habitantes. El campo está destruido: unas 13 mil aldeas han sido abandonadas y en otras 35 mil las poblaciones se han reducido por debajo del nivel crítico de 10 habitantes. En agosto pasado la Duma aprobó una reforma del sistema de asistencia social que eliminó derechos y privilegios --como el acceso a sanatorios y centros vacacionales y el transporte gratuito-- a los pensionados, discapacitados y veteranos de guerra y los remplazó por pequeñas limosnas en especie. Para entonces las autoridades de Estados Unidos y de la Unión Europea ya habían clasificado a Rusia como “economía de mercado” (Are you listening, dear Pootie-Poot?) y los multimillonarios pululaban por Moscú (33), urbe que desplazó a Nueva York (31) en el número de esa clase de exponentes de la especie humana que han logrado superar la barrera de los mil millones de dólares.

LA PELÍCULA HA RETROCEDIDO tanto que tal vez ya esté cerca de su principio. La situación de las fuerzas armadas recuerda las condiciones de desmoralización y descomposición del ejército zarista en 1917. Hace un par de años el propio Putin describió la coyuntura de los militares como “más que crítica”: sueldos de 100 dólares mensuales, robos regulares de armas para su transferencia al mercado negro, escandalosa permisividad ante la corrupción, falta de entrenamiento y equipo, vínculos con la delincuencia organizada. Pero no hay motivo de alarma: a diferencia de 1917, hoy Rusia no está en guerra (porque Chechenia no existe: es un invento para espantar a los demócratas occidentales) y no hay bolcheviques que anden por ahí organizando soviets de obreros, campesinos y soldados. Están, cuando mucho, el narco y la mafia, y ésos no quieren una revolución comunista, sino un gobierno razonable que los deje hacer negocios. Hoy en día la momia de Vladimir Ilich está buscando chamba en alguna feria, el retrato de Trotsky se expande por el mundo en su advocación de coronel Sanders y los mayores reventones en memoria de la revolución rusa se celebran --en 26 de julio, para mayor agravio-- en un famoso bar de Singapur. Por si fuera poco, recientemente tres científicos israelíes que aparentemente no tienen nada que ver con Renato Leduc, presentaron la teoría de que las dolencias, los malos humores, la intolerancia y el fallecimiento de Lenin fueron causados por una sífilis vieja que le afectó el tejido neuronal. Habrá quienes tomen esta elucubración como un nuevo intento de la CIA (o del Mossad) por desprestigiar al fundador de la Unión Soviética; a mí simplemente me ha dado una nueva pista para comprender ese texto horrible, delirante, obsesivo y bilioso que se titula Materialismo y empiriocriticismo. Pero ésos son chismes. Lo sustancial es que esta película no está funcionando --se adelanta, se atrasa, involuciona, avanza a saltos, se queda congelada-- y tarde o temprano, y así sea con otros actores y distintos encuadres, habrá que repetir la toma del Palacio de Invierno.

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/newsid_1364000/1364390.stm

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_2837000/2837855.stm

http://onlinelibrary.wiley.com/

Los usos de Trotsky

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