9.3.04

Diosa de la basura


Pienso ahora en esa figura incierta y borrosa del panteón nahua que tiene nombres diversos y advocaciones contrastadas: Ixcuina, Tlazoltéotl, Tlacultéotl, Tlazolcuani o Tlaelcuani, la Comedora de Inmundicias y una de las deidades mesoamericanas más sospechosamente próximas a los usos del catolicismo porque redime de los pecados mediante la confesión. Tlazoltéotl simboliza las sustancias más bajas, pero también, o por eso mismo, la fertilidad, y se le considera una de las diosas madres, propiciadora y protectora, además, de la lujuria y las relaciones carnales ilícitas; es hilandera, adivina y comadrona, y a veces se engalana vistiendo la piel de los sacrificados.

Medio milenio después de la demolición de los ídolos de piedra y su remplazo por ídolos de palo, esa diosa de la basura está viva, recorre el planeta y propone sus formas peculiares de sanación social. Y es que no es un consuelo de tontos, sino una pésima noticia, pero las clases políticas del mundo en general están hundidas en la mierda y acompañadas en ella por una masa de medios informativos que no pierde oportunidad de compartir las abluciones.

Estados Unidos es gobernado por un tipo que llegó a la Casa Blanca mediante un fraude electoral, se sostiene en ella mediante la mentira y ha usado el poder --político, diplomático, militar-- para conseguirles contratos a las empresas de sus amigos. La Unión Europea está presidida por un mafioso italiano cuyos problemas con la justicia se remontan a 1979. Para qué ir a buscar ejemplos a Rusia, Nigeria o Arabia Saudita.

De este lado del mundo las cosas no son mejores. Breve recuento del Suchiate para abajo: el ex testaferro guatemalteco Alfonso Portillo anda huido, al parecer por estos rumbos, porque en su país hay varias averiguaciones judiciales en su contra por corrupción, lavado de dinero y malversación de fondos; en diciembre pasado la justicia nicaragüense condenó a 20 años de prisión y al pago de 17 millones de dólares al ex presidente Arnoldo Alemán por lavado, fraude, malversación, peculado, asociación e instigación para delinquir y delito electoral; en Perú, como si no bastara con los escándalos de la mancuerna Fujimori-Montesinos, el actual presidente, Alejandro Toledo, concedió a algunos parientes de su esposa los contratos para la remodelación del palacio presidencial; en Argentina hay dos ex presidentes --Carlos Menem y Fernando de la Rúa-- sujetos a proceso por dar usos indebidos al dinero de la nación; en Ecuador el mandatario Lucio Gutiérrez enfrenta acusaciones por actos de nepotismo y por haber recibido, para su campaña electoral, fondos del narcoempresario César Fernández de Cevallos; en Brasil se denuncia que algunos financieros vinculados con los juegos de azar --legales e ilegales-- financiaron algunas campañas electorales del PT, el partido del presidente Luis Inazio Lula da Silva.

Es de temer que las personas del poder público hayan desarrollado una afición, o incluso una dependencia, a las abluciones inmundas. Las cadenas de televisión y radio y los pasquines impresos acuden puntualmente a beber los líquidos de sus pocilgas. Según conveniencias y gustos, los tragan para ocultarlos o los vomitan para hacer más incluyente y generalizado el baño. Ante la ausencia de propuestas para moralizar a los políticos, o para rescatarlos de ese suculento infierno de sí mismos, es posible que alguna firma con buen sentido del marketing y de la oportunidad lance como producto de temporada el culto a Tlazoltéotl --o Ixcuina, o Tlacultéotl, o Tlazolcuani o Tlaelcuani--, dirigido al mercado de las personas del poder político y económico. A fin de cuentas, todo en estos días --la espiritualidad, la salud, la educación, la muerte, el nacimiento, el placer, el amor, la amistad, el poder, el servicio público, el oro y el excremento-- es susceptible de volverse objeto de negocio.

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