2.9.03

Optimismo


Hay motivos para el optimismo. El remedo contemporáneo del espíritu renacentista consiste en intercambiar los espectáculos en la pantalla del hogar, que lo mismo avienta escenas porno que Discovery Channel, que aspectos en primer plano de la matanza material y moral de los iraquíes por parte de gobiernos que ahora parecen un tanto despistados. “El mundo está mejor y más seguro sin Saddam”, escribe la embajadora británica en México, Denise Holt, mientras los bombazos en Irak confirman la persistencia de la guerra y cuando los terroristas islámicos pescan, en las renovadas aguas del rencor y el odio contra Occidente, nuevos voluntarios para el martirio asesino. Los ciudadanos de Estados Unidos y de Europa pueden creerse los embustes de sus gobiernos, estar tranquilos y seguir observando en sus televisores el espectáculo de “un mundo mejor” mientras devoran cápsulas de viagra como si fueran palomitas de maíz, pasadas por el gaznate con ayuda de bebidas energetizantes, y mientras intercambian imágenes digitales y codifican sus vidas en la pantalla mágica del asistente digital personal (PDA, por sus siglas en inglés). No hay que ser integrista, y ni siquiera musulmán, para percibir el olor a decadencia en los discursos de los gobiernos invasores. Lástima que el perfume de la diplomacia occidental no alcance a respirarse en los centros de detención que los ocupantes estadunidenses y británicos mantienen en el país invadido, y en los que ocurren episodios como éste:

“Khreisan Khalis Aballey, de 39 años, y su padre, de 80, fueron detenidos en su domicilio (por las fuerzas de la coalición). A Khreisan le colocaron una capucha y esposas y lo obligaron a permanecer casi ocho días de pie o de rodillas de cara a una pared mientras lo sometían a interrogatorio. Lo privaron del sueño colocando una luz muy intensa junto a su cabeza mientras se escuchaba una música distorsionada. Sus rodillas sangraban, de modo que trató de mantenerse de pie la mayor parte del tiempo y, hacia el final, según dijo, una de sus piernas tenía una hinchazón del tamaño de una pelota de futbol. Su padre estaba encerrado en una celda contigua y podía escuchar sus gritos.” Ese testimonio fue recabado y difundido por Amnistía Internacional en su comunicado del 23 de julio de 2003, en el que se documenta, además, algunos de los loables esfuerzos de los ocupantes para mejorar la vida de los iraquíes: torturas, malos tratos, asesinatos de niños de 12 años y robos --sí, robos, como los que sufren los usuarios de microbuses en la ciudad de México--: “Unos oficiales estadunidenses aceptaron que había pruebas de que otros oficiales habían cometido un delito al llevarse más de 3 millones de dinares (unos 2 mil dólares estadunidenses) de la casa de una familia. Los oficiales dijeron que proporcionar resarcimiento a esta familia resultaría difícil y llevaría bastante tiempo, ya que no tenían manera de averiguar dónde estaba estacionada la división cuyos miembros habían sido acusados de este delito”. Sin embargo, apunta el documento, “en el marco de las reformas del sistema judicial implantadas por las potencias ocupantes, los tribunales iraquíes ya no poseen jurisdicción civil o penal sobre ningún miembro del personal de la coalición”.

Ante esos incómodos señalamientos de Amnistía Internacional, los cruzados contra el terrorismo pueden contar con dos defensores inesperados que justifican, con argumentos impecables, la guerra sucia: no hay por qué aplicar “las leyes internacionales a los guerrilleros de Chechenia y Al Qaeda”. Estos últimos “fueron llevados a Guantánamo y sacados de los tribunales de Estados Unidos”. Por las dudas, dice, “no estoy haciendo ninguna crítica”, porque “no se puede hablar de leyes de la guerra contra un enemigo que no respeta ninguna ley”. Son las declaraciones del general argentino Ramón Genaro Díaz Bessone, quien defendió de esa manera el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de opositores por la pasada dictadura militar. En una parte de la entrevista con Canal Plus, Díaz Bessone citó, en defensa de su posición, las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en Japón y los recientes bombardeos a Irak, en los que murieron civiles no beligerantes. En el mismo documental, el general Benito Bignone formuló una defensa de la guerra preventiva aplicada por George Bush y Tony Blair contra Irak: “Si usted quiere que no le pongan una bomba en su casa, por más guardia que tenga igual se la van a poner. La única forma de evitarlo es matar al tipo que le va a poner la bomba antes de que la ponga”. Lástima que los ingleses derrotaron en las Malvinas a esos genios. Más bien habrían debido contratarlos como asesores para sus ministerios de Defensa y de Propaganda. Es posible incluso que hoy, en vez de debatirse entre extradiciones y procesos, esos teóricos memorables aparecieran en la BBC para defender la inmaculada inocencia de Blair.

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