28.3.13

Pasión de muchos
pero no de todos

Hay quienes ven en Jesús al Mesías que anuncia la llegada del reino de Dios en la tierra o el próximo fin del mundo. Otros lo perciben como un repartidor de castigos eternos para los incrédulos. Algunos piensan que el Cristo es una suerte de pseudópodo introducido por Dios en el acontecer humano para corregir algunas desviaciones graves de la especie. Muchos lo adoran como heraldo del amor a los semejantes, la generosidad y el perdón. Se le tiene como intermediario entre el Padre Eterno y los mortales. Hay cristianos ateos que simpatizan con la figura del Nazareno porque lo consideran un luchador social que dio su vida por un mejor futuro para los demás, una suerte de predecesor del Che Guevara. Algunos sostienen que era un mago o un iniciado; no ha faltado quien afirme que, en el camino que va del Calvario a la diestra del Padre, Jesús hizo escalas en Cachemira o en América del Norte, e incluso alguno ha escrito tonterías sobre su origen extraterrestre.


La percepción de Cristo genera consensos de escala civilizatoria (quién va a discutir que eso del amor al prójimo y a los desamparados es una cláusula a toda madre) y disensos de una profundidad tan abismal como las guerras de religión en las que los bandos se permiten a sí mismos asar personas y destripar pueblos enteros en nombre de la fidelidad a Él. Por supuesto, la figura de Jesús sirve también para realizar grandes negocios con la fe de los crédulos, tanto dentro como fuera de los cultos cristianos tradicionales.

Por perseverancia predicadora convertida en músculo institucional e iconográfico, por agotamiento de la imaginación en las tierras dominadas por el cristianismo o por alguna otra razón, el judío insumiso que vivió en Palestina hace dos milenios y pico es tomado también, lisa y llanamente, como representación de lo humano, a partir de referencias evangélicas tal vez totalitarias o acaso distorsionadas: “El Hijo del Hombre” (ὄ ὑιὸς τοῦ ἀνθρῶπουo Ecce Homo (ἰδοὺ ὁ ἄνθρωπος)

Sin embargo, el que las iglesias que reivindican a Cristo como guía se digan representantes de la humanidad, incluida la anterior a él, choca con el dato de que la mayoría de los miembros de la especie no forma parte de la cristiandad: ésta, sumando católicos, ortodoxos y protestantes de diversas denominaciones, cuenta con unos dos mil millones de feligreses (World Christian Data Base), cifra que es fácilmente superada por la suma de practicantes del budismo y el hinduísmo (unos dos mil 300 millones, en conjunto). En 2005 la Encyclopaedia Britannica indicaba que los cultos cristianos constituían un tercio de las feligresías mundiales, seguidos por el Islam (20 por ciento). Pero si a las religiones no cristianas se les suma el conjunto de los ateos y agnósticos (más de mil 300 millones en el año 2000, según la World Christian Encyclopedia, que hizo el favor de contarnos), resulta que la cristiandad representa a menos de una tercera parte de los seres humanos.

Por lo demás, algunos pensamos que el cristianismo no equivocó su camino en los concilios de Nicea o Trento ni en el Edicto de Tesalónica sino desde que el propio Jesús de Nazaret, en vez de hablar a título personal o en nombre de sus seguidores, se presentó como hijo del Dios de todas las personas y exigió obediencia a la humanidad en general o a la porción de ella que alcanzaba a vislumbrar. Así lo indican las epístolas de Pablo de Tarso y los Evangelios, sinópticos o no –prácticamente las únicas fuentes para conocer el discurso del Mesías cristiano–, y semejante falta de respeto ha sido perpetuada por sus seguidores de todas las clases y a lo largo de los milenios hasta llegar, por ejemplo, al más reciente pontífice romano.

Ciertos informadores aplaudieron a rabiar al Papa Francisco el pretendido gesto de “apertura”  o “tolerancia” de estas palabras que dirigió a los periodistas que cubrieron su elección:

“Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica y otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios”.

Es posible, en efecto, que entre los asistentes a ese encuentro, realizado en el aula Pablo VI del Vaticano, hayan estado dos o tres de esos mil 300 millones de individuos que no creen en ningún Dios; en todo caso, su falta de fe no significa que  no sepan  perfectamente quiénes son sus padres, y éstos no son el que el Papa dice. Otra: ¿por qué tenía que soltar la mentira manifiesta y de pretensiones totalitarias de que “la Iglesia de Roma [es la] que guía a todas las iglesias”? ¿Realmente piensa el nuevo pontífice que los dayanim mosaicos, los practicantes del sintoísmo japonés o las  iyanifas de la santería no tienen otra cosa que hacer que esperar lineamientos del Vaticano?

Tras varias relecturas del Nuevo Testamento y de otros textos sigue sin quedarme claro por qué crucificaron a Cristo –si por blasfemo, por levantisco, por incómodo o por otro motivo– y por qué aceptó sin vacilaciones un destino tan doloroso. Comoquiera que haya sido, lo que ocurrió tras la captura en Getsemaní fue una canallada imperdonable (pero de ninguna manera excepcional en su época, y ni siquiera en la nuestra) y, desde luego, resulta  conmovedora la imagen de un hombre azotado, escarnecido y clavado o atado a un palo hasta que se le escape la vida. Tal castigo –como cualquier forma de pena de muerte, mutilación o lesión física– es inaceptable, incluso si quien la sufre es un ladrón, un asesino, un violador o un genocida. Más empatía y desgarro causa la escena si, como lo quieren los Evangelios, Jesús de Nazaret fue un amoroso, un defensor de los pobres y los desvalidos, o bien un profeta iluminado o un pseudópodo de Dios, o todas esas cosas juntas.

Cuando se trata de usar aquella remota tragedia en un chantaje emocional, la transacción es inadmisible. Leído (y transcrito literal) en el sitio laverdadcatolica.org:

“Mi querido Jesús: Tú, siendo Dios no tenías necesidad de sufrir todo eso, pero quisiste hacerlo por todos los hombres, ¡por mí!... porque sabías que con tu sufrimiento se me perdonarían todos mis pecados. Pagaste con tu sangre el precio de mi salvación. ¡Gracias Jesús por amarme tanto!”

En un nivel menos primitivo, el discurso católico no sólo pretende involucrar a toda la humanidad en el asesinato de Cristo sino que incluso parece regocijarse con ese hecho de sangre que le es fundacional:

“El misterio de Jesús de Nazaret, particularmente el misterio de su Pasión, ha sido, es y continuará siendo el parteaguas de la historia humana. Para los creyentes en Cristo no ha habido ni habrá una vida humana ni un evento humano con más repercusión en el grandioso panorama de los siglos.” (editorial de Ecclesia. Revista de cultura católica, enero-marzo 2004).

Y así llegamos a la Pascua: días de ayuno y penitencia para aliviar culpas que no son de este tiempo ni de esta gente; días de dolor y muerte para conjurar la muerte y el dolor; de humillación propia ante la imposibilidad de atenuar la humillación del Salvador; de sangre derramada para lavar una sangre que se evaporó hace dos milenios: ¿la gran venganza del amoroso contra sus amados? ¿La victoria suprema del crucificado sobre los descendientes remotísimos –o ni siquiera– de aquellos por los cuales se dejó crucificar?

Amor y paz, cristianos de todas las confesiones. Sufran o gocen entre ustedes estos días suyos de penitencia o vacación pero absténganse de poner un gorro de nazareno, y menos una corona de espinas, sobre la testa, de por sí sobrecargada, de la pobre humanidad.



26.3.13

Victorias de cartón


Hay que pensarlo dos veces antes de afirmar que algo es de papel desde que Mao Tse-Tung aseguró que el imperialismo estaba hecho de ese material –una de las características simplificaciones alegóricas que tanto le gustaban al líder chino– aunque, a juzgar por lo que siguió, las supuestas fragilidad y caducidad histórica de las potencias capitalistas fue una apreciación harto apresurada. Así que más vale llamar victorias escenográficas –es decir, de cartón, cartón-piedra o tabla roca– a los recientes avances políticos del régimen oligárquico mexicano.

Los avances en sí son indudables: aun antes de hacerse con la Presidencia, el grupo de Peña Nieto empezó por lograr la aprobación de un paquete legislativo antilaboral, luego unció a los tres mayores partidos con registro a un Pacto por México, acto seguido se deshizo de la más incómoda de sus alianzas políticas –la que sostenía con Elba Esther Gordillo– y ahora avanza en la aprobación de reformas legales que, entre otras cosas, consagran el carácter empresarial y mercantilista de las telecomunicaciones, restaura los poderes arbitrales de la cúpula oligárquica sobre los poderes fácticos que la sustentan y entregan, en forma antipatriótica, el mercado de la telefonía a capitales foráneos. Asimismo, el régimen se apresta a consumar el sueño neoliberal de poner en manos privadas los tramos más rentables de la industria petrolera nacional, en una operación que reduciría a Pemex a mera agencia de concesiones y licitaciones. Para compensar la pérdida de recursos fiscales que significaría tal privatización disfrazada, el grupo en el poder pretende, en forma paralela, lograr la aprobación de una reforma fiscal que grave alimentos, medicinas y libros y que extraiga de los bolsillos de las clases medias y de los pobres los recursos que el Estado dejaría de percibir por la merma de la renta petrolera, cuya mayor parte iría a parar, de aprobarse las propuestas oficiales, a engrosar las utilidades de corporativos energéticos transnacionales y locales.

No hay, pues, razones para dudar que el gobierno de Peña Nieto y de quienes van con él está decidido a aprovechar la descomposición de las oposiciones con registro –PAN y PRD– y a adelantar lo más que pueda su agenda antipopular y antinacional, montado en la atonía social causada por la imposición presidencial operada en julio del año pasado. En su mayor parte, los medios entregan la película de una ofensiva oligárquica a tambor batiente que arrasa sin contrapesos parlamentarios o sociales a la vista para restaurar una Presidencia imperial al viejo estilo.

Pero las cosas no son tan simples. El equipo de Peña opera con un aparato de control político al que, durante las décadas del neoliberalismo, se le ha mutilado muchas de sus funciones y potestades y se le ha hecho abdicar a sus responsabilidades constitucionales. La oligarquía gobernante contemporánea es igual de autoritaria que el priísmo de antaño y mucho más ladrona pero, a diferencia del viejo régimen, no brinda movilización social, no entrega bienestar, no garantiza ni un remedo de paz pública, no arbitra entre los sectores de la sociedad (porque proviene de, y sirve a, sólo a uno: el empresarial, legal o delictivo), no está interesada en la educación ni en la cultura y carece de capacidad par impulsar el crecimiento económico: lo suyo es medrar con la recesión, la pobreza, los rezagos educativos y la marginación social.

El año pasado la oligarquía consiguió mantener el control de las instituciones pero a un costo altísimo, para éstas, de descrédito y de pérdida de representatividad. Ejemplos: el IFE actual es la caricatura del que encabezaba Ugalde el cual, a su vez, era ya un remedo corrompido del que presidió Woldemberg; un movimiento espontáneo como #YoSoy132 elaboró una propuesta de reordenamiento de las telecomunicaciones con mayor lucidez y sentido nacional que el gobierno peñista y sus diputados del Pacto por México; para hacer frente a la tragedia de la inseguridad, el actual gabinete no ha mostrado más imaginación ni más recursos políticos que la mafia calderonista, la cual veía la violencia como un asunto de “percepción” y se empeñaba, en consecuencia, en minimizarlo con acuerdos y encuentros burocráticos, anuncios de victorias espectaculares y toneladas de dinero invertidas en publicidad mentirosa.

El régimen avanza en su ofensiva antinacional y antipopular pero el avance tiene lugar sobre la delgada cáscara de instituciones vaciadas de contenido, representatividad y significación; cuenta con los dineros públicos, las corporaciones represivas y los corifeos de los medios. Y a falta un país que camine, por convencimiento y por consenso, en la misma dirección, se ha inventado un México escenográfico que, en los primeros 100 días de un nuevo gobierno, camina con paso firme en la solución de sus problemas.

21.3.13

Palabras del General
y otras palabras



Un diálogo con palabras reales e históricas: las que decía el general Efraín Ríos Montt (ERM), presidente-dictador de Guatemala entre el 23 de marzo de 1982 y el 8 de agosto de 1983 (y quien hace un par de días se convirtió en procesado por genocidio), las que consignó la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de la ONU (CEH) establecida el 23 de junio de 1994 en el marco del Acuerdo de Oslo, y que concluyó su tarea con un informe titulado Guatemala: memoria del silencio, y algún caso mencionado en el documento Guatemala: nunca más elaborado por el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI). Los fragmentos de ERM están tomados de Los discursos de domingo de Efraín Ríos Montt: ¿Un Discurso Evangélico? (Virginia Garrard-Burnett, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Texas. Los que siguen son, por supuesto, sólo unos poquísimos ejemplos de las palabras y de los actos.

ERM: Amnistía quiere decir perdón, la nación en aras de la unidad de la familia pretende perdonar, quiere perdonar, está extendiendo su mano, la patria su abrazo, su regazo para que vuelvan a ella sus hijos, los hogares esperan la presencia de sus familiares [...] el que perdona se ennoblece, el que acepta el perdón es una persona noble, hagamos de nuestra patria algo noble. (29/05/1982)

CEH: Manuel Toll Canil murió después de cuatro machetazos. Antonio Castro Osorio fue mache­teado seis veces; en una de las tandas intervino incluso un familiar; pero como tarda­ba en morir, un soldado le dijo al teniente: '¿Qué vamos a hacer? Éste no se muere.' El teniente ordenó que le partieran la cabeza. Entonces, el soldado le quitó la cabeza. (Caso Ilustrativo 53, San José Sinaché, Zacualpa, Quiché, 05/1982)


ERM: Óiganme bien, guatemaltecos: vamos a combatir la subversión por los medios que quieran, totalmente justos, a la vez con energía y rigor. Estamos dispuestos a cambiar Guatemala, estamos dispuestos a que reine la honestad y la justicia; paz y respeto para aquellos que son pacíficos y respetan la ley. (30/06/1982)

CEH: Pedro Ramírez Ajmac, su esposa e hijos y su hermano Tomás salieron de Chacagex hacia la aldea Chuahoj, cuando vieron que por el camino se acercaba un grupo de patrulleros de San Sebastián. Al verlos, Tomás huyó de inmediato pero Pedro salió corriendo después y le dieron alcance, lo ataron de un pie al vehículo y se lo llevaron arrastrándolo aproximada­mente dos kilómetros hasta llegar a la sede de la patrulla de San Sebastián. Llegó en un estado terrible; aparecía con graves heridas, en especial, en el rostro; su esposa e hijos corrían detrás de él gritando y llorando por lo que le estaban haciendo. Pedro pidió agua a los patrulleros y el jefe de las PAC le ofreció orina. Después los demás patrulleros hicieron una hoguera, lo quemaron, abrieron una fosa y lo enterraron. (Caso 16016, Sacapulas, Quiché, 06/1982)

ERM: Somos una nación sin identidad, nuestras raíces no las conocemos [...] la identidad de una nacionalidad está precisamente en la comprensión y la interrelación entre historia, entre abuelo y nieto, y ese enlace que es papá y mamá. (13/06/1982)



REMHI: Llegó un pelotón de soldados, guiados por Fernando Jom Cojoc (patrullero civil de ese lugar), que dijo: 'Ellos son guerrilleros y ahí está la prueba, las hojas de los tamales que han quedado, ya que ellos alimentan a la guerrilla'. Y los soldados, sin hacer pregunta alguna, los amarraron a todos dentro de la vivienda, rociaron con gasolina la casa y le prendieron fuego. Todos murieron quemados. Entre ellos un niño de aproximadamente 2 años de edad. (Caso 3164, Aldea Najtilabaj, San Cris­tóbal Verapaz, Alta Vera­paz, 1982)

ERM: En usted y en su casa hay entendimiento de lo que es la patria; patria es amor, patria es el sentimiento de nación, nación es resultado de Estado y de país a la política tiene que ser raíz de tierra nuestra. (18/07/1982)

CEH: En Santa Marta el Ejército capturó a tres refugiados y luego los llevó al desta­camento en Ixquisis. Allí los pusieron en un horno de cardamomo donde los quemaban cada día poco a poco, a fuego lento. Esto duró unos tres días. Las víctimas estaban en muy mala condición, con muchas quema­du­ras. El cuarto día obligaron al hijo a matar a su propio padre con un machete. Después de esto, los soldados mataron al hijo con sus armas de fuego”.(Caso 5296. Barillas, Huehuete­nango, San Mateo Ixtatán, 07/1982).


ERM: Guatemala es una gran nación y le explico por qué: por la excelencia de su alma y porque usted, como hombre o como mujer, sabe cumplir con su deber de esposo, de esposa, de hijo, de hija, por eso es grande y es fuerte, porque fuerte es usted, que da el ejemplo, que teme a Dios y que da a su Patria toda su alma, todo su amor. (22/08/1982)

CEH: Pusieron a los cuatro hombres, dos de ellos muchachos, en una pila de agua durante ocho días. Durante estos días los cuatro no recibieron comida y fueron pateados y golpeados duramente. Después de los ocho días, los pusieron en la secadora de café del dueño de la finca. Echaron fuego a la secadora y durante tres días calentaron a las cuatro personas, quienes poco a poco se murieron de calor y sed. (Caso 6176. San Mateo Ixtatán, Huehuetenango, 08/1982).

ERM: Entre nosotros hay miseria, nuestra pobreza es de valores, de respeto, de honra a los demás, de falta de servicio, de ausencia de honestidad, de falta de amor, de ignorancia. [La] pobreza es de hombres, hace falta en Guatemala hombres íntegros, decentes, honestos, verdaderos, honrados, dignos de su hombría, una hombría que se fabrica en base a una cosa muy sencilla: cumplir la ley, hacerla cumplir”. (05/09/1982)

CEH: El 15 de septiembre de 1982 regresábamos con mi padre del mercado de Rabinal. Nos detuvieron los soldados cerca del destacamento y nos encerraron por separado. Me quitaron la ropa a tirones, todos se subieron, el capitán primero, ocho soldados más [...] los demás me tocaban, me trataban muy mal y entre ellos decían al que estaba encima que se apurara, a mí me decían que me moviera y me pegaban para que me moviera. De pronto vi que entraban con mi papá, estaba muy golpeado, lo sostenían entre dos. Yo estaba desnuda sobre una mesa, y el capitán le dijo a mi padre que si él no hablaba lo iba a pasar mal. Entonces hizo que los hombres que tenía ahí comenzaran a violarme otra vez. Mi padre miraba y lloraba, los hombres le decían cosas, él no hablaba, yo estaba cansada, ya no gritaba, creo que también me desmayé, pensé que me iba a morir, no entendía nada. Yo no creo que mi papá fuera guerrillero, no sé qué querían. De pronto el capitán pidió un machete y le cortó el miembro a mi papá y me lo metió a mí entre las piernas. Mi padre se desangraba, sufrió mucho, después se lo llevaron. A mí me dieron otra ropa y me dijeron que me fuera. Le conté a mi marido lo que pasó, él me contestó que el Ejército tenía el poder, que no se podía reclamar, que si yo no hubiese ido al mercado nada me habría pasado. Un mes después mataron a mi marido. (Caso 9364, Rabinal, Baja Verapaz, 09/1982)


ERM: Una actitud mística, una actitud creadora, una legitimidad nacional cuyo fundamento se encuentra en el cumplimiento de la ley, respeto a la justicia, la veneración a lo sagrado, la admiración a nuestro paisaje, fe en la verdad, orgullo de nuestra cultura, y práctica del bien en beneficio de nuestros conciudadanos. (21/11/1982)

CEH: En El Naranjo Roberto Castillo Manzanero fue capturado en la noche. Lo torturaron cortándole los dedos de los pies y las manos, luego los pies y manos, y así prosiguieron poco a poco hasta que sólo quedó el torso y la cabeza, y murió desangrado. (Caso 10195, La Libertad, Petén, 11/1982)

ERM: Tenemos que darnos cuenta que la identidad nacional es otro de los propósitos del Gobierno: la identidad nacional es conjugar nuestra nacionalidad, que es fruto de país y de pueblo; [debemos] conjugar esa nacionalidad y dar una proyección, dar un carácter, dar una imagen de Guatemala al mundo que somos un país diferente. (12/12/1982)

CEH: Los militares reunieron a 150 hombres en el cementerio del pueblo. Allí, un “guía” (delator encapu­chado), después de ser fuertemente presionado y amenazado por el oficial, señaló como guerrillero a Diego Nato, un patrullero joven, y éste señaló entonces a Santos López Tipaz, también patrullero. 'Sólo yo soy guerrillero, yo no voy a entregar a ninguno, si me matan me matan a mí, pero a balazos, no quiero que me amarren y me torturen', exclamó Santos López, y, en un intento desesperado por escapar, salió corriendo. Fue acribillado a tiros por el teniente. Acto seguido, comenzaron a torturar a Diego Nato. Estaba en el piso, lo golpea­ron, lo patearon, le sacaban pelos a montones. Nato dio los nombres de otros patrulleros, que fueron detenidos (...). 'Hay que sacar los que están podridos, para que no pudran a los demás (...)', reprendió el oficial. A continuación ordenó a los patrulleros que pasaran, uno por uno, y que cortaran el cuello de sus compañeros (los recién nombrados por Nato bajo tortura), hasta matarlos. Un testigo presencial afirma que debieron hacerlo 'hasta quitarles la cabeza; tam­bién tuvimos que darles con piedras y palos.' De esta manera el Ejército obligó a los hombres de Cucabaj a matar a sus vecinos Santos López López, Tomás Ventura González, Tomás López Tiño y Diego Ventura López. Diego Nato también señaló a Tomás Lux, Juan González y Miguel Lux Tiño. Estos, junto con quien los había delatado, fueron llevados detenidos por los militares, que reanu­daron las torturas para obtener más nombres de gue­rri­lleros de la comunidad. (Caso Ilustrativo 43, Cucabaj, Santa Cruz, Quiché, 12/1982).


“La mayoría o casi la totalidad de adultos esta vendado de ojos pero los niños y niñas, no. Pareciera que los militares querían que fueran testigos de lo que allí pasaba. En una de las fosas se encontró a 43 niños, 15 mujeres y dos o tres hombres ancianos”.


NUESTRA VOZ, NUESTRA MEMORIA:

12.3.13

Sus primeros 100 días


A cien días de asumir la Presidencia, Enrique Peña Nieto ofreció resultados a la oligarquía que lo impuso en el poder y al resto de la sociedad le ofreció un repaso de sus promesas de campaña. En lo inmediato, Peña logró uncir a la formalidad política del país –una cáscara rajada y cada vez más precaria– al proyecto de gobierno: un “gobierno fuerte” instituido sobre la base, según se quiera ver, de “acuerdos y consensos” o bien de negociaciones para repartir prebendas y cuotas entre tres franquicias electorales, las mayores, que se representan muy bien a sí mismas; consiguió, además, imponer una reforma educativa privatizadora y contraria al sentido constitucional de la enseñanza gratuita; por añadidura, empezó a gestionar la agenda de venganzas políticas de su mentor, Carlos Salinas, mediante el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo y el descobijo de Ernesto Zedillo, a quien Calderón dejó en herencia una solicitud de impunidad ante la justicia estadunidense; asimismo, el régimen se apresta a establecer nuevas reglas de arbitraje y mediación entre los consorcios que se reparten el grueso de las telecomunicaciones del país con el propósito de impedir enfrentamientos entre éstos, mas no para democratizar en modo alguno el acceso a los medios ni para desmontar la red mafiosa que vincula a los concesionarios con las facciones principales de la clase política. La apertura, en todo caso, no será hacia la sociedad sino hacia los capitales mediáticos extranjeros.

Fuera de esos logros, que constituyen buenas medidas de afinación y ajuste para que el régimen oligárquico siga funcionando, el resto es una andanada de promesas huecas y gestos demagógicos y ofensivos, como esa “cruzada contra el hambre” –que es en realidad un perfeccionamiento de los mecanismos electoreros para cambiar comida por votos para candidatos oficialistas–, o como la transformación del “70 y más” en una limosna para mayores de 65 años, una imitación reducida, devaluada y atrasada de la pensión universal para adultos mayores que propuso López Obrador en 2006. La medida es esclarecedora por cuanto constituye un ejemplo de lo que Peña y su grupo consideran “un piso básico de bienestar social en el que todos los mexicanos tengan cubiertas sus necesidades elementales”: 17.50 pesos diarios, es decir, 38 centavos de dólar por encima de la línea trazada a tontas y a locas por el Banco Mundial, hace ya algunas décadas, para definir el umbral de pobreza extrema.

Particularmente patética es la alharaca peñista sobre las medidas contra la delincuencia y la violencia, habida cuenta que esos dos fenómenos se mantienen en los mismos niveles a los que fueron llevados por el calderonato y, lo más triste, que no hay perspectiva alguna de que amainen porque son expresiones de la extremada descomposición del régimen político y de la doctrina económica imperante.

Otro “logro” de entre los enumerados es que “se está trabajando en una Ley Nacional de Responsabilidad Hacendaria y Deuda Pública” para “prevenir el endeudamiento excesivo de algunas autoridades”. Se sospecha que algunas entidades gobernadas por priístas se endeudaron en forma obscena en 2011 y 2012 justamente para sufragar los astronómicos gastos de campaña del orador; la promesa, entonces, es tapar el pozo una vez que se ha ahogado en él la democracia.

Entre la repetición de promesas de campaña que se oyen mal en boca de alguien que se ha mandado a hacer tarjetas de presentación con el título de presidente de la República, Peña tuvo un detallazo para con los jefes del PAN y del PRD: les agradeció que se hayan comprometido “con los cambios que necesita el país”. El gesto fue como exhibir las cabezas disecadas de los respectivos dirigentes en el salón de trofeos del Palacio de las Cooptaciones. Lo gracioso es que ahora las piezas expuestas dicen con voz lloriqueante que cómo es posible que ahora resurja el poder absoluto y el autoritarismo, o bien que no ha cambiado nada, y que no, que qué barbaridad, que esto no tiene nada que ver con lo que ellos mismos firmaron.