7.5.12

Triunfo de las redes
y justicia ¿divina?


“No hace falta que os toméis ese trabajo.
Ellos solos se bastan para destruirse”.

Voltaire
Micromégas


A pesar del boicot de las autoridades –IFE y Segob– y de la ambición insolente de las televisoras privadas, que relegaron a espacios de segundo nivel el debate entre candidatos presidenciales; pese a la reducción del encuentro a un intercambio descafeinado y del ejercicio de control de daños aplicado de antemano para proteger a Enrique Peña Nieto de su propia torpeza verbal y de su vacuidad mental; a contrapelo de los aparatos del poder político y mediático por desinformar, la sociedad impuso el debate como tema principalísimo de interés; lo presenció en las señales abiertas de las televisoras o en las múltiples transmisiones por Internet que se organizaron contra reloj; escuchó opiniones distintas a las de la tradicional comentocracia –controlada, también, por Televisa, TV Azteca y los seudópodos de ambas, por medio de remuneraciones bien pagadas a teleperiodistas y telectuales– y convirtió el debate entre candidatos en un debate de gran escala entre ciudadanos. Ni más ni menos.

Fue, en gran medida, el triunfo de las redes. No las redes de las porterías que pretendía vender ad ovum el dueño de TV Azteca sino de las redes sociales, habitadas y utilizadas de manera inteligente por sectores crecientes de población para los cuales la tiranía televisiva es ya insoportable.

Ciertamente, el encuentro entre aspirantes presidenciales obedeció a un diseño inflexible, pensado para blindar a Peña Nieto de los ataques de los otros, y de sí mismo. Pero ni eso, ni la escasa difusión televisiva, bastaron para impedir que el priísta saliera mal librado. En la posterior danza de encuestas fueron pocas las que lo situaron como triunfador del debate.

El control de la opinión pública por los medios tradicionales se ha debilitado con respecto a hace seis años y cada vez le resulta más difícil a los concesionarios operar como electores de facto. En el nuevo territorio comunicativo la teledictadura no puede seguir operando como tal, ni siquiera mediante la compra masiva de bots. Para mantener el control tendrá que adquirir Twitter, Facebook y Google, por lo menos, y proceder a una operación de censura masiva.

¿Alguien sabe cómo terminó el partido que se transmitió en el 13 de Azteca? ¿A alguien le importa? Parece que no a mucha gente. Pese a la profecía enajenante de Salinas Pliego, el rating fue para el debate, no para el futbol. Digamos que fue un acto de justicia ciudadana.

Podría pensarse que la justicia divina no se ha quedaado atrás, si se atiende al dato, publicado hoy, de que las acciones del Grupo Elektra han perdido 41% de su valor en 22 días, y que una empresa que valía 23 mil 80 millones de dólares hoy se cotiza en 13 mil 639 millones. 71 por ciento de eso está en manos del magnate abonero.

Pero no, no es justicia divina, sino resultado de la opacidad proverbial con la que Salinas Pliego maneja sus empresas y que de seguro no pasará la prueba de las nuevas regulaciones impuestas por la Bolsa Mexicana de Valores en materia de transparencia y eso eso que le llaman “gobierno empresarial”.

Que la Bolsa levante y tire empresas como le dé la gana. En el ámbito de la comunicación ya es visible la grieta y ahora hay que ocuparse de tirar el muro.

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