23.4.11

Corrido de los
paraintelectuales

Anda calentando plazas
en revistas y canales
un escuadrón al que llaman
de los paraintelectuales.

Decapitan la cordura,
levantan a la razón,
para darle cobertura
a Felipe Calderón.

El cártel de Letras Libres
y el cártel de Tercer Grado
son expresiones terribles
del cinismo organizado.

Actúan bien coordinados,
no necesitan concilio,
pues ambos son contratados
por la banda de El Emilio.

No le rezan a Malverde,
le rezan a Octavio Paz
para que el patrón se acuerde
de ellos, y les pague más.

Son los gerentes de piso
El Golfo Aguilar Camín
y Krauze, el Sin Adjetivos,
un historiador balín.

Ya se me andaba olvidando
el Jorgito Castañeda,
al cual le siguen llamando
el Enchilada Completa.

Entre los gacetilleros
en un segundo nivel
hay unos opinioneros
que andan disparando hiel:

El Chaquetas Gómez Leyva,
López Dóriga, El Catrín,
Pedro Ferriz, El Chuletas,
La Polly Carlos Marín...

Le sirven a Calderón,
los organizó Salinas;
se hierven en el fogón
de muy diversas cocinas.

Donde se encuentran hoy día
ya se encontraban ayer:
sacándole plusvalía
a la teta del poder.

Se dicen “la inteligencia”
y en evidencia quedaron
cuando a Fox y su demencia
sin rubor lambisconearon.

Tienen tribuna a montones
y el control territorial
en programas y estaciones
con la versión oficial.

Al Colmex han infestado,
pululan en el ITAM,
e incluso se han infiltrado
en la mismísima UNAM.

Se les encuentra en la Ibero,
y en el Tec de Monterrey,
colaboran en Milenio
y en el Reforma también

Como no hay más contenidos
en radio y tele privada,
la gente los ve seguido
pero no les cree nada.

No usan el cuerno de chivo
sino la computadora
y uno que otro trascendido.
en vez de ametralladora.

Sin vergüenza, desde el podio,
culpan a la sociedad
de las campañas de odio
y de la actual mortandad.

Van, con su palabra egregia
y con malvado cariz,
defendiendo la estrategia
que baña en sangre al país.

Si la gente está furiosa
y marcha exigiendo paz,
ellos dicen que en la fosa
todavía caben más.

No hay que estar hasta el copete
por tantos ajusticiados:
total, que bajo el tapete
quedan bien disimulados.

Un vergel limpio y bonito
del país, es su visión,
y con disfraz de angelito
presentan a Calderón.

Exquisitos e indecentes,
se masturban con la idea
que por ser “inteligentes”
pueden decir lo que sea.

Vuela, vuela palomita,
vuela hacia aquellos trigales
y aquí se acaba el corrido
de los paraintelectuales.

21.4.11

No se olvida

Ustedes, hijos de puta, mataron a Pedro Albizu Campos.

Passio Mexicana

Diego Velázquez: Cristo crucificado (detalle)

Ya comenzaron las penitencias y vienen las escenificaciones de la Pasión, una historia de traiciones, injusticias, arbitrariedades, tortura, humillaciones y sacrificios humanos. Si los que urdieron el acuerdo de autocensura de la Iniciativa México tuvieran una pizca de coherencia, también habrían debido recomendar a su rebaño no difundir esa salvajada: tundir, espinar y flagelar a tres pobres tipos; obligarlos a cargar, Gólgota arriba, los pesados tablones en los que luego serán clavados; escupirlos y escarmentarlos en el trayecto; dejar que se retuerzan un rato y, luego, romperles las piernas a palos o perforarles el costillar, sin omitir, claro, el meterle en la boca una esponja empapada en vinagre a ese de los tres que, agonizante, pide un poco de agua.

Uno se pregunta si la extremada violencia física y psicológica exhibida en el Viacrucis puede ser edificante para alguien; al menos, si se juzga a posteriori de más de dos mil años, y a la vista de lo que ocurre en México en este complicado 2011, no ha sido de gran utilidad para redimir, y ni siquiera para escarmentar. Gracias a la ley de la máxima ambición, a la degradación moral intrínseca al neoliberalismo y a la monumental irresponsabilidad del gobierno, el “amor del cuchillo a la carne” está más desatado que nunca, y los agentes de la violencia enloquecida superan en crueldad, y por mucho, a los centuriones romanos y a la chusma linchadora de Jerusalén. Eso vale para delincuentes que exterminan a sus rivales, para militares y policías que liquidan sin mayor trámite a a presuntos culpables, para grupos paramilitares con dominio territorial que masacran a sujetos reducidos de súbito a la condición de esclavos y para la perversión, el nerviosismo o la simple lógica de exterminio de cualquiera de los bandos ante simple gente que pasa por allí.

A ver qué hacemos con esta diferencia: al menos los mártires del Calvario cumplían con el destino que ellos mismos se forjaron: el más importante de los tres conocía de antemano las consecuencias que habría de acarrearle su intento salvífico universal, en tanto que los ladrones –el bueno y el malo– estarían al tanto, supone uno, de las reglas de la época. Pero buena parte de los muertos en este México actual no tiraron los dados sobre el código ni se jugaban castigo alguno. En un país alfombrado de cabezas y de miembros cercenados, tal vez sea excesiva la promesa exhibida en anuncios espectaculares: “para vivir mejor”; es razonable suponer, en cambio, que los 40 mil difuntos que llevamos querían, simplemente, sobrevivir.

Como los migrantes –mexicanos y extranjeros– asesinados en San Fernando. Como Juan Francisco Sicilia. Como las mujeres de Ciudad Juárez y del Estado de México. Como los integrantes caídos de la familia Reyes. Como la comunidad de Petatlán, agraviada con el asesinato de Javier Torres Cruz, quien llevaba años de ser hostigado por el Ejército y por el cacique local. Como los trabajadores michoacanos que iban de vacaciones a Acapulco y fueron asesinados en masa. Como los albañiles cuyos cuerpos aparecieron apilados en La Marquesa. Como los niños Martín y Bryan Almanza Salazar, ultimados a granadazos en un retén militar. Como los campesinos de Durango que no tienen más remedio que dejarse reclutar por el narco. Como los desaparecidos de Coahuila y Tamaulipas. Como la muchacha de Angostura, Sinaloa, asesinada por un grupo armado y deseoso de echar bala que irrumpió en el pueblo el lunes por la noche. Como los estudiantes del Tec de Monterrey Jorge Antonio Mercado y Javier Francisco Arredondo, acribillados por militares y calumniados de manera póstuma por el gobierno. Como los chavos de Villas de Salvárcar. Como el médico regiomontano Jorge Otilio Cantú, asesinado de 45 balazos por uniformados que lo confundieron con un delincuente. Como los cinco muchachos de Ciudad Juárez que tuvieron un incidente menor con la policía municipal y fueron, por ello, secuestrados, torturados, eliminados y enterrados al borde de un camino...

Ya son muchas las personas que empiezan a preguntarse si estos crucificados en total inocencia no conforman ya la mayoría de los muertos y si no es, esta guerra, una operación mucho más vasta y perversa que el simple deseo de ganar autoridad por medio de una matazón tan impresionante como la que se vive y en la que, obligadamente, la primera víctima mortal es la línea que distingue a los buenos de los malos. O será que el incluir una generosa porción de los primeros entre la cosecha de muertes forma parte del plan, porque alguien quiere empeorar las cosas para luego presentarse como el único dueño de las soluciones.

Desde luego, en esta suerte de Pasión colectiva, nacional y enloquecida, están representados, además de los inocentes, el ladrón bueno y el ladrón malo. Cómo no pensar en los motivos de Dimas cuando se mira el país desde los ojos de los campesinos de la sierra de Durango; de los chavos desempleados de toda la franja fronteriza; de las chavas que nacen, crecen y mueren, antes de reproducirse, en entornos delictivos por tradición; de los incontables habitantes de las ciudades reducidos a la condición de lumpenciudadanos por la política económica depredadora y corrupta. Además de esos cientos de miles o millones de delincuentes involuntarios hay los que, teniendo plena capacidad de decisión, optaron por el crimen (aunque esos suelen medrar en las oficinas empresariales y gubernamentales y casi nunca salen en la foto de los detenidos) y los que, en el camino, le agarraron gusto al sufrimiento ajeno y a la destrucción de los otros. No sería de extrañar, cuando, como lo expresa Javier Sicilia, los encargados de preservar la paz sólo tienen imaginación para la violencia.

Están presentes en el escenario, también, los Anases, Caifases, Barrabases, Herodes y Pilatos contemporáneos, varios sanedrines agusanados y un aguamanil en cada podio con micrófonos y en cada set de televisión para que los autores intelectuales de la carnicería y los responsables políticos de la guerra digan en tono solemne: “Yo no fui”.

El que no aparece por ningún lado es el crucificado de en medio. Puede ser que no haya existido nunca, o bien que existió y que encontró la muerte definitiva en el Gólgota, hace cosa de dos mil años. Tal vez se hartó de contemplar la repetición inútil y disparatada de su gesta y se fue a otra parte, o le ofendió el uso y el abuso del libreto por los mercaderes del templo, o se sacó de onda al comprobar cuánto ha progresado la crueldad en un par de milenios, porque, la verdad, la práctica de la crucifixión resulta hasta ingenua si se le compara con las decapitaciones, los descuartizamientos, las disoluciones en ácido y, último grito de la moda, el desollamiento. O bien el Hijo del Hombre anda por ahí, pero no está al tanto. Si así fuera, habría que pedirle a Felipe Calderón, católico practicante que, por lo mismo, acaso esté en contacto con Jesucristo, que asuma las consecuencias y vaya y le diga, ni modo, con la pena, que su sacrificio no sirvió para maldita la cosa.

Nikolai Ge (1831-1894): Crucifixión

19.4.11

San Fernando


El estado de derecho ya estaba roto desde antes, porque el sindicato petrolero, sin poseer atribuciones legales, era el poder real: ponía y quitaba presidentes municipales, diputados y senadores, llevaba la política social, orientaba la economía local, hacía y deshacía. El clan Salinas llevó las cosas más lejos: liquidó el imperio de La Quina y se hizo con el control de la plaza. En medio de sus disputas internas (pero inocultables) los priístas han mantenido el mando político en Tamaulipas y en todas las otras entidades de la ribera del Golfo. Tanto o más que el Estado de México, la franja curva que forman Tamaulipas, Veracruz, Tabasco y Campeche, ha sido un bastión del PRI a prueba de concertacesiones, alternancias y abiertas derrotas electorales, y desde la presidencia o desde el cogobierno, los tricolores han puesto en juego todos sus recursos tradicionales para impedir la pérdida de un eslabón de esa cadena territorial, que es, coincidencia o no, una de las rutas tradicionales del tráfico de drogas y de seres humanos hacia territorio estadunidense.

Vista en la perspectiva de una década, la alternancia presidencial de 2000 puede entenderse como una derrota del PRI pero también como una expansión de los recursos humanos del régimen oligárquico. Muchos panistas se incorporaron a la administración pública federal y muchos priístas se quedaron en ella, con o sin renuncia formal a su afiliación partidaria. Albiazules de viejo cuño y tricolores empanizados se incorporaron, desde el ámbito federal, al manejo de los asuntos del Golfo, los cuales, a nivel de las entidades, siguieron en manos de priístas de diversas corrientes.

Tamaulipas se ha ido deslizando a la ilegalidad, en forma sostenida y pública, al menos desde el sexenio de Américo Villarreal Guerra (1987-1993) y durante los siguientes: el de Cavazos Lerma, el de Yarrington y el de Eugenio Hernández. Pero ese proceso ha tenido lugar, cómo eludir el dato, bajo las presidencias de Salinas, de Zedillo y de Fox, quien inauguró, precisamente en el norte de Tamaulipas, en junio de 2005, los despliegues policiaco-militares inútiles contra la delincuencia y lesivos para la seguridad de la población. Calderón los volvió modus vivendi, en ese y en otros estados, con la activa colaboración de las autoridades locales, y el control territorial siguió fugándose de los mandos políticos formales hacia los bandos que tienen, junto con el poder de fuego decisivo, la última palabra.

Todo esto desemboca en las masacres de San Fernando y en tiraderos de cadáveres a los que se ha llamado, de manera equívoca, “narcofosas”. No lo son: son testimonio, en cambio, de operativos genocidas en una guerra con muchos participantes armados y un enemigo evidente: los civiles, lugareños o fuereños, mexicanos o extranjeros.

El protagonismo de diversas agencias gubernamentales de Estados Unidos en la descomposición de la seguridad pública mexicana salta a la vista. La operación “Rápido y furioso” es sólo el aspecto más grosero, pero hay múltiples datos que refieren cómo Washington –por medio de Calderón, en buena medida– ha impulsado la derrota del Estado mexicano ante las corporaciones delictivas. Los más de dos centenares de asesinados en San Fernando aportan una pieza adicional, y especialmente horrible, para armar ese rompecabezas: los Zetas, o quienes hayan sido los autores de la atrocidad, operan, objetivamente –y no necesariamente con contrato o pacto de por medio– como elementos de control migratorio en sintonía con los intereses de Estados Unidos.

Hasta hace unos meses, la trágica y exasperante circunstancia de Ciudad Juárez era el indicio más claro de que esta guerra no va contra la delincuencia organizada en general sino, en primer lugar, contra la población. La hipótesis se fortalece ante las repetidas carnicerías perpetradas en San Fernando. Lo que se ha exhumado allí, además de los muertos inocentes, es el saldo de gobierno de diez años de Acción Nacional y el de muchos años más del tricolor local. San Fernando simboliza el ineludible proyecto de país de la continuidad panista y del ofertado “cambio” priísta, sea con los apellidos Peña Nieto o con otros.

18.4.11

Versos de la censura


Hace algunos ayeres, las imprentas
la mafia clerical las controlaba;
del libre pensamiento se cuidaba
y se consideraba como afrentas
la crítica al poder, la astronomía,
la ciencia, la verdad y la herejía.

Ante tal opresión, no había pierde
ni salvación posible, pues llegaba
presto el inquisidor, y te quemaba
en un alto fogón de leña verde
y si ésta se agotaba, luego luego
tu biblioteca alimentaba el fuego.

Con el paso del tiempo, la censura
fue cambiando de manos lentamente
del cardenal al juez y al presidente,
mas no por tal razón fue menos dura:
esos ya no te enviaban a la hoguera
sino al rigor de un paredón cualquiera.

Los tormentos, los golpes, el acoso
que sufre quien se expresa libremente,
son la señal precisa y evidente
del miedo que recorre al poderoso
y que interrumpe el sueño del tirano
ante el lenguaje libre y soberano.

Aun en medio de la guerra cruenta,
el propio cura Hidalgo sostenía,
con una proverbial sabiduría,
“más poder que un cañón tiene una imprenta”.
Lo podrá perforar de lado a lado
pero el fusil se asusta ante el teclado.

Hoy se recurre a cosas más sutiles;
para desinformar, todo se vale;
noticia que es molesta, pues no sale,
y medios sin moral, los hay por miles;
entre el poder y los informadores
hay un vasto intercambio de favores.

En medio de vendidos y agachones,
de adeptos al poder, de cortesanos,
se cuentan con los dedos de las manos.
unas pocas notables excepciones.
En noticias, diatribas y opiniones,
la libertad es de quien la trabaja
y dice lo que piensa, no se raja,
y se niega a bajarse los calzones.

14.4.11

Esto es el odio

Foto de Patricia Juárez, en el blog Movimiento de Resistencia Juvenil

Así que esto es el odio. Las expresiones de hartazgo que en Egipto o Siria se llaman espíritu ciudadano y primavera democrática, en México son “odio ciego, insondable, irracional, insaciable”, transferencia equívoca de repudios, “búsqueda iracunda de un responsable” o “tono fusilatorio”, ya sea en las palabras originales de Enrique Krauze o en la glosa de Héctor Aguilar Camín. Está bien; no nos distraigamos de lo esencial, hagamos como si Felipe Calderón fuera la flor más bella del ejido democrático y dirijamos los reclamos y el odio contra los auténticos e inconfundibles “hijos de puta” (la categoría sociológica es del segundo de los personajes mencionados por su nombre). Y para que no quedara duda, el propio Calderón remachó antier con la pretensión de que los reclamos públicos por esta pesadilla (“¡Ni un muerto más!” “¡No más sangre!” “¡Estamos hasta la madre!”) se turnen a la oficialía de partes de los malhechores.

El problema es que este régimen se presenta a sí mismo (y es presentado por sus intelectuales orgánicos) como una acabada democracia representativa y como un estado de derecho, y que tanto en una como en el otro, los responsables por la inseguridad son los gobernantes, no los delincuentes.

Estado de derecho: ni en la Constitución, ni en el Código Penal, ni en la Ley de Responsabilidades de Servidores Públicos, ni en ninguna otra parte de la legislación mexicana, encontrarán una sola mención a las facultades de la criminalidad para combatirse a sí misma. Las leyes no lo dicen, pero puede darse por sentado sin temor de meter a la lógica en los tambos del Pozolero: la delincuencia existe para delinquir y las autoridades existen, entre otras cosas, para evitarla o para identificar, perseguir y capturar a sus protagonistas, fincarles cargos y presentarlos ante los tribunales (sin descuartizarlos con disparos de bazuca, sin torturarlos, sin secuestrarles a los familiares, sin fabricarlos como delincuentes); ah, y también existen para garantizar la seguridad pública y la paz interna, y para ver que se cumpla con esa tontera populista llamada “derecho a la vida” que, según parece, nos corresponde a todos.

Democracia representativa: a ver, lleven sus razonamientos a fondo y explíquennos en razón de qué la sociedad puede y debe exigir a los criminales que rindan cuentas, como no sean las que deban o quieran exponer ante un juez. Dígannos cómo hacerle para manifestarnos en las sedes oficiales de los capos. Cuéntennos cómo demandarles el incumplimiento de un mandato que ni les hemos dado y que ni siquiera ostentan, aunque sea robado. Platíquennos cómo organizar un diálogo entre pancartas y narcomantas, entre consignas y ráfagas de cuerno de chivo, entre expresiones de repudio y misiles antitanque.

Lo que un buen pedazo de la ciudadanía sí sabe, aunque no tenga doctorado ni haya leído a Max Weber, es que uno paga impuestos incluso desmesurados, se somete a la policía, si los abusos no son excesivos, está dispuesto a tolerar las frivolidades derrochadoras de los gobernantes y hasta puede llegar a perdonar fraudes electorales, con tal de que los monitos del poder hagan la parte más básica de su chamba, que consiste en darnos protección frente a la delincuencia: que no nos maten, y si nos matan, que el asesino no se quede tan campante; que no nos quiten nuestras viviendas, nuestros barrios y nuestras poblaciones, y si lo hacen, que haya una oficina de policía abierta para ir a denunciar el despojo sin temor a que el cuate de la ventanilla, o el que contesta el teléfono, vaya a resultar socio furtivo de los delincuentes que nos ofendieron.

La idea estúpida de que la sociedad debe defender al gobierno de los criminales (cuando es el gobierno el que tendría que defender a los ciudadanos de los delincuentes y no falta, por desgracia, quienes empiezan a pensar que tal vez los criminales no sean del todo inútiles para defendernos de los desmanes de un poder público en plena disolución) se complementa muy bien con una consigna puesta en boga por el calderonato y sus corifeos: la de la “corresponsabilidad” ciudadana para la seguridad. Con la pena, pero la fracción VI del 89 Constitucional es meridianamente clara sobre el individuo en el que recae esa responsabilidad que, por cierto, no está siendo cumplida por Calderón y por lo cual una parte creciente de la nación se lo está demandando. O sea que, dicho sea de paso, esta exasperación que empieza a tomar cauce masivo en calles y plazas no es odio, sino mera observancia constitucional.

Además, está el punto de que si las Fuerzas Armadas no quieren o no pueden entrar a ciertas zonas bajo control del narco, pues imagínense qué pueden hacer los ciudadanos, autorizados sólo a poseer armas de calibres menudos. ¿Qué sigue, entonces? ¿Promover una reforma legal que permita a la gente común hacerse de munición de guerra, como en Estados Unidos? ¿Invitarla a formar cuerpos armados de autodefensa para que vaya a partirse la madre con los Zetas o La Familia, mientras Calderón formula bromitas del tipo “¡quiero todos los juguetes!” (en referencia a armas de última tecnología) o se trepa a un caza de la Fuerza Aérea Mexicana y exclama “¡Disparen misiles!”?

Buenos están, el calderonato y sus intelectuales, para eludir responsabilidades y culpar por el odio rampante a “los marchistas de siempre”. No. Estos “marchistas de siempre” no enlodaron las elecciones, como sí lo hicieron Solá, Krauze y Televisa, entre otros, con sus campañas de odio (¿o mejor ya no nos acordamos del “peligro para México”, del “mesías tropical”, y antes, de la calumnia insidiosa contra el difunto Samuel Ruiz, etc.?) No fueron ellos, los manifestantes, quienes decidieron emprender una guerra que, en el mejor de los casos, era estúpida (porque la mera persecución policial y militar no acaba con el narco: simplemente, le da portunidades de negocio) y, en el peor, perversa (porque era un intento de esta administración por conseguir, en la televisión, y al precio de muchas muertes, la legitimidad que no sacó de las urnas). Tampoco son los inconformes quienes lanzan sobre todos los treinta o cuarenta mil muertos de esta guerra la calumnia póstuma (“eran pandilleros”, son delincuentes matándose entre ellos”) que desconoce el principio de presunción de inocencia. Y no han sido los ciudadanos que gritan “¡estamos hasta la madre!” los que han sacrificado al país en aras del negocio fabuloso de las guerras del opio, en las que la potencia extranjera lava el grueso de los dividendos, vende armas como si fueran golosinas en una feria y se hace, además, de abundantes pretextos para la injerencia.

Mucha de la gente que ahora exige que no haya ni un muerto más formuló al calderonato, hace cosa de cuatro años,una advertencia inequívoca: “no te metas en esa guerra porque vas a ensangrentar al país a lo tonto, vas a descomponer las instituciones y, a la larga, la vas a perder. Esto no se resuelve con muertos ni con violencia sino con empleos, educación, crecimiento y combate a la corrupción.” Y ahora resulta que esto es el odio.

12.4.11

Los otros conflictos

Los grandes corporativos de las telecomunicaciones están en plena guerra civil. El duopolio televisivo pretende obligar a Telmex-Telcel a rendir las plazas de la telefonía fija y móvil y de internet, en las que tiene clara dominancia. Las empresas de Slim, por su parte, pretenden abrirse paso en el mercado televisivo, que les está vetado por un designio gubernamental arbitrario disfrazado de laberinto burocrático. A la rebatinga se acaba de sumar MVS, que busca dar el primer golpe de mercado en la banda ancha móvil de nueva generación (LTE).

Otros conglomerados empresariales también están de pleito: así compartan visión, misión y valores, por decirlo de alguna manera, el PRI peñanietista y el PAN calderónico han entrado en una fase de desavenencias por intereses encontrados en materia de explotación de regiones y de filones de sufragio. El PRI quiere ganar a toda costa el Estado de México y el partido en el poder federal, desgastado e imposibilitado para triunfar desea cuando menos impedirle la victoria al tricolor. Unos y otros ponen el ojo en Michoacán y, después, en la capital de la república.

Luego, está también la guerra entre los empresarios con mayor influencia en la economía real, que son los narcos de las dos especies: los que se ocupan de la chamba, y aparecen en la lista del FBI, y los que les lavan las ganancias, que se agrupan, en cambio, en el listado de Forbes (hay uno que repite en ambos registros).

Todo indica, además, que las agencias del gobierno gringo están también trenzadas en una seria confrontación cuyo escenario principal parece ser, hoy por hoy, el territorio mexicano. La DEA es incansable en eso de filtrar secretitos vergonzosos de la CIA, y ésta no ceja, diríase, en la aplicación de su conocido programa de fomentar el narcotráfico. Sabrá Dios en qué bando realmente juegan el Pentágono y el Departamento de Estado.

Otra guerra soterrada es la que libran las corporaciones de seguridad del Estado: civiles de la Policía Federal contra militares de las Fuerzas Armadas, y ambos, contra los menguados cuerpos policiales estatales y municipales, allí en donde todavía queden algunos.

Antaño, el Estado, y especialmente su cabeza formal, el Ejecutivo, se daba a la tarea de arbitrar los conflictos en todos esos ámbitos. Legalmente o no, y de manera explícita o implícita, el gobierno federal repartía tajadas entre las distintas ramas del empresariado, veía que ningún cártel peligroso se quedara sin ruta o mercado, se ocupaba de atemperar rivalidades interinstitucionales y hasta se daba un poco de tiempo para enterarse de lo que hacían en el territorio nacional los enjambres de espías y de agentes extranjeros que han medrado por acá más o menos desde siempre; si el fraude electoral no le salía, compraba o acomodaba liderazgos opositores y, en última instancia, repartía garrotazos entre los inconformes residuales.

La inmoralidad de aquellos arreglos estuvo siempre a la vista, pero mucha gente miraba hacia otra parte porque, mal que bien, había autoridad, reglas claras, crecimiento económico y derrama monetaria, lícita o no. La crisis del modelo desembocó en el golpe de estado neoliberal de 1988, a partir del cual diversos personeros del capital se dieron a la tarea de destruir desde adentro la institucionalidad y de transferir a particulares el conjunto de las atribuciones públicas, salvo una: la de controlar las fábricas de sufragios (de Solidaridad a Oportunidades) para aferrarse al poder como garrapatas por tiempo indefinido.

Ese propósito se logró, y a la vez no. Ante el desgaste irremediable del logotipo del PRI, el propio Salinas ideó el trasvase de estrategias y de funcionarios hacia Acción Nacional. Desde el punto de vista del control oligárquico del país, su idea fue providencial. En la lógica del la continuidad 1988-2011, Felipe Calderón ha sido únicamente el encargado de culminar la demolición, lo que pasa por rendir los restos de la soberanía nacional a la embajada gringa e incorporar la violencia permanente y creciente al esquema de negocios del saqueo.

Como resultado de ese climax execrable, hay conflictos, confrontaciones y balazos por todas partes y entre todas las partes de la oligarquía. Si la población, de la clase media para abajo, aspira a recuperar el país que le han quitado y destruido, tendrá que ser protagonista de una vasta y articulada insurrección cívica y pacífica. Ojalá que se decida.

11.4.11

Carta abierta sobre WikiLeaks

“... los documentos dados a conocer a través de los leaks, las filtraciones, han arrojado luz significativa en el comportamiento de los gobiernos y las corporaciones en el mundo moderno. WikiLeaks ha hecho un gran servicio a la humanidad.”

Fatima Bhutto, Noam Chomsky, Patrick Cockburn, Ariel Dorfman, Terry Jones, Imran Khan, Terry McDonell, Michael Moore, John Perry Barlow, Salman Rushdie, Susan Sarandon, Oliver Stone, Marina Warner...

Quien quiera pasar a firmar...

Mensaje de AMLO 11/04/11

10.4.11

Zapata


No hay nada más viejo que la modernidad, nada más planetario que el terruño, nada más impotente que el poder omnímodo. Hace cosa de un siglo, unos campesinos "que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución" (Womack), organizaron la "comuna de Morelos" (Gilly) que, en sus formas de ejercicio del poder popular, revivía a la de París y se emparentaba con los soviets obreros surgidos, por esos tiempos, en Petrogrado, al otro lado del mundo. Y esa vieja historia se representa en un nombre: Zapata.

Por aquel entonces los "científicos" porfirianos se afanaban en atraer a México inversiones extranjeras y en insertar al país en la economía mundial. La paz y la estabilidad eran sus palabras favoritas, recurrían a cualquier cosa para garantizar su permanencia en el poder -trampas en las elecciones, represión feroz a los opositores-, rendían culto a los capitales foráneos --les entregaron los campos petroleros, las minas, los bancos, las comunicaciones, los comercios, los servicios de pavimentación y drenaje- y eran promotores y beneficiarios de la concentración de la riqueza y de una terrible desigualdad social.

Tal vez sea ésa la raíz más vieja de una fractura (social, política, moral) que durante décadas pareció hallarse en vías de solución, o cuando menos enterrada, y que ha ido emergiendo conforme la historia se rebobina: la burocracia que cuajó de la Revolución entrega el poder a los liberales, y éstos, a los conservadores. A este paso, Benito Juárez tendrá que bajarse del bronce y revivir en las consignas. O Miguel Hidalgo.

Los "científicos" porfirianos eran globalifílicos, por más que el adjetivo, insulto que les salió por la culata a los descalificadores de movimientos de resistencia local, aún no hubiese sido acuñado. Sus sucesores actuales no tienen la dureza facial necesaria para asumirse como herederos políticos e ideológicos de los varios porfiriatos que en el mundo han sido, todas esas tiranías oligárquicas publicitadas como fórmulas de progreso; pero pululan por ahí, enarbolando verdades que no requieren de demostración y que, cuando se someten a la prueba de laboratorio de un país cualquiera, dan como resultado un desastre humano.

Zapata anda también de un lado a otro, muy activo en estos años. Se le busca como fuente de inspiración en las poblaciones rurales ofendidas, en los asentamientos abandonados, en las movilizaciones en defensa de la libertad, del salario y de la tierra. La consigna que lo invoca empieza a una sola voz, como una especie de lamento espectral y lejano que crece, se multiplica en las gargantas de los presentes y estalla en un ritmo furibundo y festivo. Un emblema en los encuentros altermundistas que ocurren en varios continentes es el retrato del caudillo, otra palabra a la que se inyectó desprecio ilustrado, y cuyos significados reales son "hombre que guía y manda la gente de guerra" o "que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo".

Zapata vive porque nada hay más moderno que lo ancestral, porque no hay forma más eficaz de incidir en el mundo que la gesta local, y porque nada es más poderoso que la impotencia de los desposeídos.

(La Jornada, martes 10 de abril de 2007)

7.4.11

¿A dónde van las marchas?

Salvo uno que otro despistado, nadie marchó contra la violencia ni contra los criminales: poner a la primera como blanco de la exasperación ciudadana sería tan tonto como protestar contra la maldad en el mundo, y dirigirse a los segundos equivaldría a convertirlos en interlocutores de la vida pública. Las decenas de movilizaciones del miércoles 6 de abril fueron contra la perversidad de una estrategia oficial de “seguridad” que ha hundido al país en la zozobra, que ha dejado un saldo de treinta o cuarenta mil muertos, que ha causado la dislocación de la paz pública en barrios, pueblos, ciudades y regiones y que ha sido el vehículo para una intervención cada vez más desembozada por parte del gobierno de Estados Unidos en asuntos que, por mandato constitucional, corresponden exclusivamente a los mexicanos.

La guerra que Felipe Calderón proclamó, de manera ilegal, desde los inicios de su usurpación presidencial ha destruido al país y sus justificaciones legalistas son inverosímiles e insostenibles: a más de cuatro años de distancia, la delincuencia organizada ha multiplicado su poder de fuego, su capacidad organizativa, su poderío financiero, su infiltración en las corporaciones de seguridad y sus ejercicios ilegítimos de control político y administrativo. En el curso de esta administración, la criminalidad violenta se ha sumado, en situación de privilegio, a los mecanismos de concentración de la riqueza impulsados por el neoliberalismo desde tiempos de Salinas: las privatizaciones de propiedad pública, la subrogación de actividades gubernamentales vía concesiones y contratos con particulares y el robo masivo de recursos del erario. El gobierno federal se ha encargado de crear las mejores condiciones de negocio para el narcotráfico y ha invertido en ello cuantiosos recursos públicos: la política policial y militar en vigencia constituye un vasto programa de subsidio a las actividades delictivas, sin tomar en cuenta los dineros entregados por los programas Procampo y Aserca para financiar cultivos ilícitos.

Pero lo más grave es que, con tal de hacerse de antagonistas para sus desplantes televisables, el calderonato ha entregado a la población a la barbarie de grupos paramilitares, descuartizadores, decapitadores y pozoleros ante los cuales la protesta civil no tiene el menor sentido, porque esos actores tendrán mucho poder, pero ninguna representación formal. Ésta recae, más bien, en las instancias judicial y legislativa y, haiga sido como haiga sido, en el ejecutivo federal, entre cuyas obligaciones está la de “preservar la seguridad nacional (…) y disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente, o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, para seguridad interior y defensa exterior de la Federación (Art. 89, fracción VI de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos). A él iban dirigidos el reclamo, la exigencia y el repudio ciudadanos expresados en las marchas y actos del miércoles 6 de abril. Las protestas, pues, no eran contra “la violencia” en abstracto, sino contra una estrategia supuestamente aplicada para contrarrestarla y que, en cambio, la ha multiplicado en forma exponencial.

La mentalidad neoliberal es paradójica: privatiza bienes y prerrogativas públicas, y socializa deudas y obligaciones estatales. En una lógica semejante a la que promueve la beneficencia privada para eximir al gobierno de sus deberes en materia de bienestar social, y a contrapelo del mandato constitucional citado, hace años que gobernantes y empresarios impulsan la idea de que “la seguridad es responsabilidad de todos” y tratan de obligar a la población a que asuma como propia una tarea que corresponde a las autoridades.

En junio de 2004 Televisa y el gobierno de Fox, por medio de María Elena Morera y algunos membretes de pirruros, echaron toda la carne al asador y convocaron a una marcha contra el Gobierno del Distrito Federal, como parte de una campaña de golpeteo político, por entonces ya en marcha, orientada a impedir que Andrés Manuel López Obrador se conviritera en un aspirante sólido a la Presidencia de la República. Morera habló de “un complot de las autoridades contra la ciudadanía”, dijo que el tabasqueño había sido “vencido por el secuestro” y, respaldada por todo el músculo propagandístico de la televisión privada y la simpatía de Los Pinos, logró juntar a cientos de miles de personas de buena fe –y a otras no tanto– en una marcha que tuvo como tema central el alto número de secuestros en la Ciudad de México. Cuatro años más tarde, un hijo del empresario Alejandro Martí fue secuestrado y asesinado, y su padre formuló a las autoridades en general un reclamo intachable: “Si no pueden, renuncien”. A diferencia del tratamiento dado a los deudos de las muertas de Juárez (“sus hijas son pirujas”) y de los padres de niños y jóvenes muertos por las fuerzas del orden (“sus hijos eran pandilleros”), el poder público federal tripuló y cooptó la acción y hasta las expresiones de protesta de los potentados y los incorporó en algún sitio formal o informal del organigrama. Los beneficiarios siguen pregonando, por supuesto, que “la seguridad es responsabilidad de todos”.

Las marchas y protestas convocadas por Javier Sicilia para el martes 6 fueron de signo distinto. Pusieron el acento en la responsabilidad insoslayable del poder público y el aparato mediático del régimen no pudo ignorarlas, pero tampoco las promovió, como hizo con aquellas “marchas de blanco”. Al culminar la marcha que encabezaba, el poeta inició un plantón en el Zócalo de Cuernavaca y lanzó un ultimátum a las autoridades: si de aquí al lunes próximo no esclarecen los asesinatos de su hijo y de otras seis personas, exigirá la renuncia del gobernador Marco Antonio Adame. Se trata de una exigencia articulada, que da un cauce específico al clamor multitudinario que se hizo escuchar hace tres días en México y en varias ciudades del extranjero.


A los sectores ciudadanos a los que este homicidio enésimo conmovió, exasperó y empujó a las calles, les corresponde encontrar un objetivo que congregue y unifique los millones de cóleras. Debe encontrarse, en los entresijos de las leyes, una vía concreta para obligar al gobierno a modificar en forma radical su insensatez violenta, su política económica depredadora, su desempeño antinacional y su escandalosa corrupción. El acatamiento a la legalidad por parte de las autoridades, está visto, sólo podrá imponerse con la presión de movilizaciones multitudinarias como las del martes. A ver si va llegando el tiempo en el que el Artículo 39 constitucional recupere su sentido.

6.4.11

Lectura para hoy

¿Dónde se halló el cadáver?
¿Quién lo encontró?
¿Estaba muerto cuando lo encontraron?
¿Cómo fue hallado?
¿Quién era el cadáver?
¿Quién era el padre o la hija o el hermano
o el tío o la hermana o la madre o el hijo
del cuerpo muerto y abandonado?
¿Estaba muerto cuando fue abandonado?
¿Estaba abandonado?
¿Por quién fue abandonado?
¿Estaba el cuerpo desnudo o vestido para un viaje?
¿Qué le hizo declarar muerto al cadáver?
¿Usted lo declaró muerto?
¿Qué tan bien conocía usted al cadáver?
¿Cómo sabía usted que estaba muerto?
¿Lavó el cadáver?
¿Le cerró los ojos?
¿Enterró el cuerpo?
¿Lo dejó abandonado?

¿Le dio un beso al cadáver?

Harold Pinter

Actas de nacimiento y muerte (1953)

5.4.11

Hasta la madre

Juan Francisco Sicilia Ortega no es ni más ni menos importante que cualquier otro muerto de esta guerra estúpida. Puede representar a todos ellos. Dependerá de nosotros, deudos de una nación ensangrentada y desarticulada, que así sea. Dependerá de nosotros el que la náusea y la ira tomen un rumbo preciso de acción para detener el baño de sangre que padecemos por obra de los intereses imperiales y de sus socios y ejecutores locales: las mafias políticas, empresariales y mediáticas que en 2006 se vieron ante la disyuntiva de perder el poder o destruir al país, y que optaron por lo segundo.

Treinta o cuarenta mil muertos después, el saqueo regular a la población y al erario, el terror de Estado, la entrega de regiones a grupos paramilitares, la plena disolución de la seguridad pública y los ejercicios de simulación de normalidad democrática, han tenido efectos catastróficos en la sociedad: la desarticulación y el desaliento son evidentes y empieza a proliferar una suerte de resignación ciudadana ante el achicamiento, el enrarecimiento y el deterioro generalizados en todos los espacios de la vida, especialmente en el ingreso, la educación, la calle, la salud y la seguridad. Los saldos de treinta o cuarenta muertos diarios son un trago cotidiano amargo, pero cada vez más familiar. Si hace unos años era exasperante la proliferación de asaltos, hoy esos episodios delictivos ya ni escandalizan, porque se han instalado en nuestras posibilidades adversas el levantón, el tránsito súbito a la condición de “baja colateral”, la decapitación y el desmembramiento.

Ni el miedo, ni la desesperanza ni el cinismo, han disipado la exasperación y la rabia de vastos sectores de la población ante la destrucción programada del país. Pero, hasta ahora, ninguna de las masacres, ninguno de los robos, ninguno de los atropellos, ha logrado congregar el hartazgo nacional ante la administración corrupta, irresponsable, entreguista y cruenta. No lo consiguieron, por diversas razones, los llamados de empresarios prominentes que sufrieron secuestro y asesinato de un pariente cercano, ni los homicidios múltiples en Ciudad Juárez, ni el desprecio oficial por la vida de los niños que murieron quemados en la Guardería ABC, ni el uso faccioso de los aparatos de justicia, ni la cesión a mineras transnacionales de una buena parte del territorio nacional, ni el brutal despido de 40 mil electricistas, ni las muestras de connivencia entre el poder público y las organizaciones delictivas a las que dice combatir.

El asesinato de siete personas en Temixco, perpetrado la semana pasada por un grupo de la delincuencia organizada, incrustado o no, con vínculos o no, en alguna corporación de seguridad pública, podría ser el detonante para que la sociedad exprese, de manera masiva, inequívoca e indiscutible, el enojo contenido por tantos agravios. El llamado a tomar las calles formulado por Javier Sicilia, padre de una de las víctimas, ha prendido. Mañana, en una veintena de ciudades del país, un número incierto de ciudadanos se reunirá para exigir que el gobierno federal ponga un alto al baño de sangre. Ya no es tiempo de experimentos, y nunca debió serlo, porque la materia de experimentación ha sido la vida humana. Ya no debe haber margen de condescendencia o tolerancia ante un régimen que declara una guerra, por ocurrencia propia o por imposición gringa, y que después no sabe cómo perderla, mucho menos cómo ganarla, y que termina diciendo: “yo no fui”.

Que no se equivoquen: la responsabilidad política por las entre treinta y cuarenta mil vidas destruidas –sin contar las de las viudas, los viudos, las y los huérfanos, las madres y los padres– recae en el jefe nominal del régimen; el mismo que, en la hora de la carnicería, se sube a jugar a un avión de la Fuerza Aérea Mexicana y lanza una broma pueril y disociada: “¡Disparen misiles!”


La ciudadanía no tiene porqué dirigirse a la delincuencia no gubernamental ni exigirle nada, ni hacerse justicia por propia mano, ni ir a comprar armas de fuego; para eso mantiene –y a qué precio– un aparato gubernamental legal y constitucionalmente encargado de prevenir el delito, procurar justicia y velar por las seguridades pública y nacional. Para eso se asignan carretadas de dinero nuestro; para eso la autoridad detenta el monopolio de la violencia legítima; para eso pagan –se supone– un enjambre de sesudos asesores.

El llamado es para mañana, miércoles, a las cinco de la tarde. En varias ciudades. En la capital el encuentro será en la explanada de Bellas Artes para partir rumbo al Zócalo. De la ciudadanía depende que el llamado fructifique y que pueda enviarse al calderonato un mensaje civil inocultable y masivo: arreglen como puedan esta idiotez sangrienta o quítense de ahí. Estamos hasta la madre.

Con Javier Sicilia,
contra la violencia

EN MÉXICO:

Aguascalientes, Aguascalientes

Miércoles 6, 19 horas
Frente al Teatro Morelos

Cancún, Quintana Roo
del Ceviche a la Plaza de la Reforma.
miércoles 6 de abril, 17 horas

Ciudad de México
Miércoles 6 a la 17:00 horas
De la Explanada de Bellas Artes al Zócalo
o bien
Quiosco de Coyoacán,
martes 6, 17:00 hrs

Ciudad Juárez, Chihuahua
Sub-Procuraduria del Estado, 6 a 9/
miércoles 6 de abril, 18 horas

Colima capital
Miércoles 6 de abril, 17:00 horas.
Del Jardín Núñez al Jardín de La Libertad.

Cuernavaca, Morelos
Miércoles 6 a la 17:00 horas
De la glorieta de la Paz al Zócalo de Cuernavaca

Culiacán, Sinaloa
Miércoles 6, 18 horas
frente a la Catedral, Centro Culiacán

Chihuahua capital, Chihuahua
miércoles 6 de abril, 17 horas
Del Palacio de gobierno

Chilpancingo, Guerrero
Miércoles 6, 4:30 pm,
Parque Margarita Maza de Juárez

Ensenada, Baja California
Av. Reforma frente al IMSS,
terminará en la Plaza Cívica
Miercoles 6, 17:00 hrs.


Guadalajara, Jalisco
Miércoles 6 a las 18:00 horas
Concentración en el monumento a los Niños Héroes

Guanajuato capital
Miércoles 6 a las 19:00 horas
Plaza de la Paz

Hermosillo, Sonora
Miércoles 6, 5 pm, de Plaza E. Zubeldia a Palacios.

La Paz, BCS
Quiosco del Malecón, Miércoles 6, 18:00 horas.

Manzanillo, Colima
19:00 horas
Jardín Municipal del Centro de Manzanillo “Benito Juárez”

Mérida, Yucatán
Miércoles 6 a las 17:00 horas
Del remate de Av. Montejo a la Plaza Grande

Monterrey, Nuevo León
Miércoles 6 a las 17:00 horas
Explanada de los Héores

Oaxaca, Oax.
Del Zócalo a Sto Domingo, miércoles 6,
17:00 hrs

Pachuca de Soto, Hidalgo
Miércoles 6, 17 horas, Plaza Juárez

Pátzcuaro, Michoacán
miércoles 6 de abril, 5 pm
Plaza Gertrudis Bocanegra (Plaza Chica)
a la Plaza Vasco de Quiroga.


Puebla, Puebla
Miércoles 6 a la 17:00 horas
Plaza de la Democracia (Carolino, BUAP)
Juan de Palafox y Mendoza y 4 sur.

Puerto de Veracruz:
Partiendo de Blvd Avila Camacho, en el asta
Miércoles, 6, 17:00
horas.

Puerto Vallarta
Inicia Parque Hidalgo, miércoles 6, 5 pm


Querétaro
Miércoles 6 de abril, 17:00 horas.
Plaza de Armas

Reynosa, Tamaulipas
Miércoles 6, 17:30 horas
La Trinchera, Av. Los Virreyes y Retorno 6
a Soriana Ribereña

Saltillo, Coahuila
Miércoles 6 a las 17:00 horas
Plaza de Armas Saltillo

San Luis Potosí, SLP
miércoles 6 de abril, 18 hrs
de la Caja del Agua a la Plaza de Armas

Tlaxcala, Tlaxcala
miércoles 6 de abril, 5 pm
Plaza Xicotencatl

Toluca, Edomex
Miércoles 6, 5 pm,
Plaza González Arratia

Torreón, Coahuila
Miércoles 6 a las 17:00 horas
La Alameda, Fuente del Pensador

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
Miércoles, 17 horas
afuera del Centro Cultural Jaime Sabines

Villahermosa, Tabasco
Miercoles 6, 16.30hrs,
entrada principal Tomás Garrido

Xalapa, Veracruz
de Facultad de Economía a Plaza Lerdo
jueves 6 de abril, 17 horas


EN OTROS PAÍSES:

Barcelona, España
Plaza Sant Jaume, miércoles 6, 17:00 hrs

Buenos Aires, Argentina
Embajada de México en Buenos Aires.
Miércoles 6, 5 pm.


Calgary, Canadá
Miércoles 6, 16 horas, en el Consulado de México,
Suite 1100-833 4th Avenue SW

Copenhague, Dinamarca
Miércoles 6 de abril, 18 horas,
en el Instituto Cultural de México,
en Gammel Vartov Vej 18, 2900 Hellerup

El Paso, Texas, EU
Miércoles 6, 15:30 horas,
Consulado de México, 900 San Antonio St.

La Haya, Holanda
Miércoles 6, 5 pm, Embajada de México
en los Países Bajos, Nassauplein 28, 2585 EC La Haya.

Londres, Inglaterra
Miércoles 6, 5 pm, Embajada de México
16 St George Street, Mayfair London, W1S 1FD

Los Ángeles, EU
Miércoles 6, 10 am, frente al
Consulado de México,
2401 W. 6th Street, LA CA 90057.

Madrid, España
Miércoles 6, 5pm, Carrera de San Jerónimo 46

Nueva York, EU
6 de abril, 12:30 horas
Consulado General de México en Nueva York
27 east 39th Street

Ottawa, Canadá
Miércoles 6, 16 horas, Embajada de México:
45 O'Connor, Suite 1000

París, Francia
6 de abril, 20 horas
plaza Trocadero
a escribir con tierra: MEXIQUE: 35000 MORTS

San Antonio, Texas, EU
Miércoles 6, 15:30 horas, frente al
Consulado General de México
127 Navarro St.

San Sebastián, Donostia, España
Miércoles 6,20 horas,
Palacio del Ayuntamiento,
Ijentea 1


Santiago de Chile

Miércoles 6, 19 horas, Plaza Italia

Toronto, Canadá
Míercoles 6, 16 horas, en el Consulado de México
(199 Bay Street, suite 4440. Commerce Court West)

Vancouver, Canadá
Miércoles 66, 16 horas,
Consulado de México, 411 - 1177 West Hastings St.

4.4.11

Estamos hasta la madre...

(Carta abierta a los políticos y a los criminales)

Javier Sicilia

El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.

Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.

Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generado nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.

Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

(Publicada en Proceso, N° 1976)

3.4.11

La iniciativa mordaza


La mafia televisiva
y Felipe de Jesús
presentan la iniciativa
de actuar como el avestruz:

“Aquí no hay ninguna guerra
ni violencia, no señor;
el caos que les aterra
es nada más un rumor.”

“El país va progresando,
la pobreza se acabó
y vayan ya publicando
que no soy borracho yo.”

“La población se cultiva
con grandes telenovelas;
pura nota positiva
y nada de zacapelas.”

“Pónganme en primera plana
que a Pascual yo lo corrí,
y las órdenes de Obama
nunca las obedecí.”

“Levantón o narcomanta
no se deben escribir;
digan “tela sacrosanta”
o “invitación a salir”.

Las extorsiones no existen
sino en la imaginación;
quienes en el tema insisten
traicionan a la nación.

“Los bultos abandonados,
que todo el mundo lo escuche,
no son cuerpos torturados
sino ositos de peluche.”

“Si hay pueblos en Tamaulipas
vacíos a simple vista,
todo mundo, qué chiripa,
anda en viaje de turista.”

“Es más: aquí no hay ni un muerto
y ni siquiera un herido;
escriban, como hecho cierto,
que corrupción nunca ha habido.”

“No hay tampoco, mexicanos,
ni una sola violación
a los derechos humanos
en esta hermosa nación.”

“Si un ave de mal agüero
duda de esta realidad
que observe en el noticiero
la esplendorosa verdad.”

“Y de los niños quemados
en el plantel ABC,
son inventos infundados
de gente de mala fe.”

“Hay libertad de expresión
pero ha de ser moderada;
quien no acate la instrucción,
se lo carga la chingada.”

Así pues, queda instalado
un retén al periodismo,
qué bien, si les ha gustado,
y si no, me da lo mismo.”

En calidad de testigo
firma uno que otro pelele,
gato del poder, y amigo
de los dueños de la tele.

2.4.11

Javier Sicilia, en
conferencia de prensa



“Por nuestros hijos, por los que viven, por los que pueden ser víctimas mañana, por las mujeres de Juárez asesinadas, por tantos crímenes, por tantos inocentes caídos, vamos a las calles a exigirle a estos hijos de la chingada del crimen organizado que le paren, y a estos cabrones del gobierno, que respondan.”