30.10.10

Del cello


Sin haber sido el primer autor en referise a ello, ni mucho menos, J. E. Adoum, gran narigudo ecuatoriano, le puso nombre a lo gozodoloroso: lo que causa un sufrimiento tan comedido que invita a explorar el dolor sin grandes riesgos (como una irritación leve en la encía que se estremece al paso de la lengua, un moretón que se deja sobar mientras emite un lamento quedito y sordo, un pensamiento tenuemente displacentero que se manosea con fruición) o bien lo extremadamente hermoso y por completo inasible: una zarigüeya que danza un instante ante nuestros ojos y desaparece para siempre, la evocación atormentada del esplendor de Tenochtitlan, el transcurso irremediable de la música que acaricia las entrañas, regresa a la nada de donde salió y deja una nueva cicatriz de posesión insosegada. El sonido del cello.


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