14.1.08

Hace diez años...

“Impunidad política

En los medios de comunicación se ha desatado una campaña, probablemente alentada por el gobierno, que tiene como supuesta intención defender el velo de la autonomía del Banco de México y servir como argumento en contra de la exigencia del Partido Acción Nacional para que Guillermo Ortiz deje de desempeñarse en puestos clave de la administración pública y, concretamente, en su cargo actual como gobernador de dicho banco central.

El rasgamiento (sic) de vestiduras se ha registrado en muy diversos sectores: desde funcionarios que invocan tal autonomía a pesar de que nunca creyeron en ella, incluido el propio Ortiz, quien, por cierto, fue designado a la sombra y sin mediar consulta, apenas unas horas después de haber concluido el periodo ordinario de sesiones del Senado en 1997. Su nombramiento fue aprobado por una solitaria y priísta comisión permanente. La defensa la han encabezado desde periodistas y académicos reconocidos, hasta funcionarios y plumas dispuestas a justificar sus honorarios a través de razonamientos (sic) a modo del interesado y en abierta defensa de la impunidad política.

En la lista de defensores se encuentran algunos empresarios. Ninguno de ellos es capaz de tolerar la menor ineficiencia de alguno de sus mandos medios, de sus directores o gerentes. Esto es, si alguno de ellos recibiera una tarde la noticia de manos de su gerente de administración diciéndole: "sepa, señor Presidente, que la empresa por mi conducto ha perdido 60 millones de pesos, mismos que usted pagará en 10 cómodas anualidades", seguramente estos prominentes hombres de negocios asumirían la deuda, pero de ninguna manera permitirían que continuase en el cargo tan inepto administrador.

La suerte de muchos países se decide con la misma lógica. Esto es, si en cualquier nación algún funcionario se aparece con la novedad de que su destacado desempeño ha dejado al país en cuestión un boquete financiero por 65 mil millones de dólares, que representan varios años de sacrificio en términos de gasto educativo, de infraestructura, o de atención médica para la población, el siguiente paso para el susodicho servidor público es, cuando menos, la calle y en algunos casos, la cárcel.

En México no. Al contrario, aquí de lo que se trata es de que la sensatez esté del lado del aplauso y la veleidad a la ineficiencia pública y notoria. No sólo no se valora el daño (sic) ya causado al país, sino que se procura que se aplauda y reconozca su comportamiento como expresión del más elevado patriotismo.

En efecto, en cualquier país serio, como señala el senador Luis Felipe Bravo Mena, si un funcionario sale con la puntada de que las finanzas nacionales tienen un quebranto por 602 mil millones de pesos, no permanece en el puesto, ya sea debido a que por dignidad renuncie o a que se le corra por incompetente o por corrupto.

Aquí no. En México, a un funcionario que por sus resultados es evidente que fue incapaz (sic) de supervisar las tareas de la banca pública, se le premia. A otro, que fue torpe en la privatización de un sector clave de la economía, se le premia en lugar de castigarlo. A otro más, que fue un verdadero inepto como supervisor de la banca recién privatizada, se le trata mejor que a cualquier héroe nacional. Al que se equivoca palmariamente en la orientación del crédito interno que se inyecta en la economía a través de las instituciones financieras cuya supervisión está a su cargo, se le eleva a las alturas de la historia. Al que patrocina un multimillonario rescate, donde se pretende salvar a los accionistas de los bancos y, al mismo tiempo, el interés económico del país, pero termina por no salvar a ninguno de los dos, se le otorga el rango de héroe, en lugar de colocarlo en una de las páginas negras de la historia. Y si para colmo, como es el caso, una sola persona reúne los atributos mencionados, se le premia y se le eleva a responsabilidades mayores.

Pero, el nuevo héroe de las finanzas se suma a la campaña orquestada en su propia defensa aduciendo que se le pretende utilizar como chivo expiatorio. No debería él ser tan pretensioso (sic), su actuación no alcanza para tal calificativo. La devastación que en el ejercicio de su profesión ha infringido (sic) a la economía de este país, lo define, más bien, como un chivo en cristalería.

Sin embargo, para reconocer los errores propios, se requiere de un mínimo de sentido del honor y de responsabilidad. Con un poco de dignidad, ante el daño evidente que Guillermo Ortiz le causó a México con sus actos, por iniciativa propia ya se hubiera (sic) ido. Lamentablemente, parece ser que pedirles dignidad a funcionarios que han mandado al país a la quiebra, que han colocado a los mexicanos en la necesidad de sortear la bancarrota nacional, es como pedirle peras al olmo.”

Felipe Calderón Hinojosa

(Reforma, 10 de diciembre de 1998)


“Deshonestidad política (réplica)

¡¡Gracias Lic. Felipe Calderón Hinojosa!! El pasado jueves 10 de diciembre, el Presidente del Partido Acción Nacional publicó en Reforma un artículo extraordinario sobre la Impunidad Política en México. Quizás después de escuchar y leer tanto sobre esta cuestión nos hemos desensibilizado de la importancia social que tiene. El Lic. Calderón abordó con sencillez y contundencia tan delicado asunto, señalando que... “Si en cualquier nación algún funcionario se aparece con la novedad de que su destacado desempeño ha dejado al país en cuestión un boquete financiero por 65 millones de dólares, el siguiente paso para el susodicho servidor público es, cuando menos, la calle y en algunos casos, la cárcel. En México no.” Por primera vez, me dije, he aquí a un verdadero líder político que piensa con claridad y que no tiene una visión cortoplacista de los hechos... pero qué equivocado estaba, ese mismo personaje que el día 10 había hecho pronunciamientos tan importantes sobre la impunidad y la justicia, al día siguiente concertaba con el PRI-Gobierno el Fobaproa (Reforma 12 de diciembre). Como por obra milagrosa Guadalupana la posición panista de la creación de un Instituto de Protección al Ahorro que sustituyera al Fobaproa, pero que exigía la renuncia del Gobernador del Banco de México (acto de honestidad y congruencia política), se negociaba dejarla para después (como si no tuviéramos suficientes pendientes en este país).

Por esta muestra de deshonestidad política, gracias Lic. Calderón; si hasta ahora veía en Acción Nacional una posibilidad de alternancia confiable en el poder gubernamental, le aseguro que con su conducta me ayudó a decidir mi voto ciudadano para el 2000, que obviamente no será para su partido ni para el PRI.”

Hugo Ochoa Coria

(Reforma, 14 de diciembre de 1998)


Agosto de 2007 (colofón)



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