3.9.07

Redondeo



La Constitución de México dice que todo individuo tiene derecho a recibir educación, que el Estado tiene la responsabilidad de impartirla, de manera gratuita, en todos los niveles de escolaridad, y que esa educación se basará en los resultados del progreso científico. Dice también que “los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento” y que el Estado “proveerá lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de la niñez y el ejercicio pleno de sus derechos”. Pero, al parecer, a la opinión pública empieza a resultarle natural que el cumplimiento de algunos artículos constitucionales se realice vía coperacha y que las responsabilidades del Estado queden sujetas a un conjunto de pequeños diálogos entre la cajera y el cliente:
—¿Gusta redondear 27 centavos?
—Sí, cómo no.

En teoría —tal vez sólo en teoría— esos 27 centavos van a parar a las arcas del establecimiento comercial, que los administra en forma por demás discrecional, luego los entrega (¿beneficiándose, a costillas de sus clientes, de la deducibilidad de donativos?) a instituciones privadas de lavado de concienciasresponsabilidad social es el nombre de moda en la jerga gerencial— como ANTAD, Fundación Televisa y UNETE; esta última “se encarga de coordinar el equipamiento de aulas de medios de forma transparente y confiable en la operación”, dicen, aunque con una sintaxis opaca y corrupta. Esos 27 centavos constituyen una aportación adicional del cliente a los impuestos que paga de manera inexorable –IVA, ISR o ambos-- y que se usan, en teoría, a equipar escuelas públicas con los bártulos necesarios para una educación basada “en los resultados del progreso científico”, pero que en la práctica sirven para que Felipe Calderón se regale ceremonias de autoexaltación como la del domingo pasado en Palacio Nacional, ajenas al mandato constitucional, o para que Marta Sahagún se compre ropa, o para que la Policía Federal Preventiva pueda violentar a discreción el derecho al libre tránsito, o para que el gobierno transfiera a las mafias sindicales cientos o miles de millones de pesos que todo mundo sabe a dónde van a parar.

En teoría, el sector privado ayuda a la autoridad política a cumplir con una tarea constitucional tan engorrosa e incómoda como la educación. Pero de alguna manera incierta la distorsión acaba mordiéndose la cola y en su anuncio de resultados El Redondeo se vanagloria: “Se reunieron $92,886,509.96 y gracias a la Secretaría de Educación Pública se alcanzó la cifra final de ¡100 millones de pesos!” Qué hermoso: la SEP le entró al redondeo para que los empresarios le hicieran su trabajo.

Más infame es el añejo “un kilo de ayuda”, que reduce la obligación nacional de garantizar el derecho de los niños a la alimentación a una misericordia de último minuto en las filas del supermercado, entre la goma de mascar y las pilas alcalinas. Ahí uno puede adquirir una tarjetita que representa un litro de aceite o un paquete de galletas o dos piezas de mazapán que serán entregados –en teoría— en alguna de las zonas más pobres del país para ayudar a combatir la desnutrición infantil. Como refuerzo motivacional, la filósofa Lolita Ayala nos recuerda, impresa en la tarjetita, que “ayudar es retribuir algo de lo que la vida nos da”, o algo así, por más que su rostro evoque algo de lo que Televisa nos quita (lucidez, tiempo, pluralidad, información veraz y no sé cuántos etcéteras).

El país está de cabeza. En algún momento habrá que reconocer el orden correcto de las prioridades, asumir que la educación y la salud públicas son, en su totalidad, obligaciones irrenunciables del Estado y que el presupuesto público tiene que alcanzar para cubrirlas. Y si alguien quiere redondear con limosnas voluntarias las percepciones de Ugalde, las fiestas facciosas de la Presidencia o las camionetotas de los funcionarios, estará en su derecho. Pero es exasperante que mediante el redondeo, el kilo de ayuda y demás mecanismos de caridad, se establezca, en nombre de los más necesitados, un margen de tolerancia y complacencia a la ineptitud, la corrupción, la insensibilidad y la frivolidad gubernamentales.


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(P.D. del 5 de septiembre) Sostiene La_ Morsa: "Los organizadores de este tinglado, que quieren sacar dinero para comprar computadoras para la educación, se olvidan que el nivel educativo no se da por tener computadoras de doble núcleo o conexión a Internet."



10 comentarios:

Sebastián Liera dijo...

Además de ello, de lo indignante que tal burla conlleva, está implicando una suerte de falsa conciencia, por ejemplo, entre cajeras y cajeros que al recibir nuestra negativa nos miran con una cara como si quisieran comernos por "villanotes", "desconsiderados" y "antipatrioticos" que somos.

Anónimo dijo...

Hola Pedro Miguel.

Se te olvidó mencionar la más depravada de las coperachas: el Teletón. Es deprimente que manipulen de esa manera las emociones y sentimientos de la gente, con imágenes y cuadros que arrastran a la lástima (y a una llamada telefónica a un 01-800-terminado en la suma en que valoramos nuestra conciencia cochambrosa). Ojalá podamos difundir tu escrito para que cada vez sean menos los que caen en la trampa de las "Fundaciones sin afán de lucro", que no son otra cosa que una forma de lavar la imagen, mientras se evaden impuestos, de los Telmex , las Televisas-Aztecas y demás desfalcadores de esta nación. Mientras nos roban descaradamente, utilizan nuestras aportaciones para declararlas como donativos propios y deducirlos de impuestos. No tienen madre.
Te exhorto a que conviertas tus "en teoría" en un trabajo serio de investigación que demuestre con algunos datos duros el destino final de la caridad de los ingenuos.
Gracias por tu artículo.

Antonio Muñoz

Morsa dijo...

Te mando mis propias reflexiones sobre el tema, Peter Michael...

http://la-morsa.blogspot.com/2007/01/del-cmo-nos-hacen-pagar-impuestos-que.html

Un abrazo,
La_Morsa

Anónimo dijo...

Hola, Pedro:
Qué bueno que alguien (tú) se mete a tocar este asunto de algunos pocos centavitos que redundarán en un mejor país. En el Excélsior alguien lo intentó, pero se le fueron encima todos los empresarios y peones mediáticos.
Además de que el Estado (neoliberal, le dicen algunos) cada vez más se desentiende de la añorada política de fomento al bienestar social (los más jóvenes ya ni la huella le vieron), también es cierto que todos nos acostumbramos a todo y así, como dicen la otra chilanga y antonio muñoz, a uno se le quedan viendo como marciano cuando no dona 0.1 centavos (que quién sabe a dónde van a parar) y también existe el teletón, bueno ya hasta en el Colegio de México ponen sus alcancías amarillitas de temporada.
Saludos,
la que sigue buscando, etc.

marichuy dijo...

Pedro
Para mi esto es como el "Teleton" de Televisa, una especie de "caridad" con dinero ajeno; que posibilita que los establecimientos comerciales afiliados a la ANCTAD-, se den su baño de pereza... y también, supongo, la deducción de impuestos

Un abrazo

Anónimo dijo...

No es verdad lo que dice "otra chilanga", las cajeras ni en cuenta. A ellas les importa un comino.

ixiepixie dijo...

Hola, antes que nada mis más sinceras y rendidas felicitaciones, soy una auténtica fanática de Navegaciones, aunque ésta es la primera vez que me animo a comentar algo... El asunto este del redondeo siempre me ha causado gastritis, más últimamente en que me he dado cuenta de que ya no tienen umbrales "decentes" para "solicitar" tu "amable" cooperación: me ha tocado ver que gente delante de mí en la cola del súper redondea no 5, ni 15, ni 30 centavos sino -agárrate- 87, 95, 97 etc., es decir, casi de a peso por cabeza. Por supuesto, a mí también se me han quedado mirando con cara de "pinche vieja tacaña" cuando me niego a regalarles mis 27 centavos que, claro está, no recuperas de todas maneras, porque, abusadillos como son, no hay monedas ni de 5 centavos para regresar el cambio, pero bien que te cobran hasta en décimas de centavo. Y no para ahí el asunto, el acoso es cada vez peor y omnipresente: últimamente, no sé si en todos los cajeros automáticos pero por lo menos en los de HSBC, antes de terminar tu transacción bancaria te "sugieren" que cooperes con 2 ó 5 pesos (dependiendo de la zona donde está ubicado el dichoso cajero) o lo que sea tu voluntad a no sé qué causa "altruista" y "desinteresada".. ¡como si no fuera suficiente con las estratosféricas comisiones que cobran, ahora también les da por ser "caritativos"! Además, no me cabe la menor duda de que un buen porcentaje de usuarios se va con la finta de no leer con cuidado lo que dice el cajero y aprietan Si, Si SI, con tal de salir rápido. En fin, como verás me molesta tanto el asunto que hasta hago terapia en tu blog... ojalá y de veras se pudiera despertar a la bola de mexicanos controlados por la televisión para que se dieran cuenta de lo que pasa con sus vidas y haciendas, con su pleno y bobo consentimiento, y empezaran a distinguir lo que es populismo de lo que es obligación del estado y así supieran cuáles son sus derechos y los exigieran, mínimo a cambio de estar pague, y pague, y pague impuestos (con multas y todo). Ni modo, a informar y oponer resistencia personal, aunque nos odien por críticos.

Anónimo dijo...

¡Sí es cierto! A la serie de anomalías en el súper, hay que agregar que los precios están marcados mañosamente, pues dicen $8.94 o algo así y nunca te regresan los seis centavos de cambio.
La buscadora (creo que ya me voy a cambiar el nombre, que aquí no viene a cuento)

Don Pisador dijo...

ala! ala! o pasu mecha como dicen en mi pueblo! tenia mucho... pero mucho rato que no me venia a dar una vuelta por las navegaciones! me da gusto saber que el nivel se mantiene! saludos!

Pedro Miguel dijo...

Otra Chilanga: He vivido esa experiencia, pero también me ha ocurrido que las cajeras esbocen una sonrisa cómplice, o que se encojan de hombros, como dice Jaime Sosa, y que sea entre los clientes de la cola en donde broten las muecas de desaprobación. De todo hay en la viña de la Comer.

Antonio: No me quise meter con el Teletón porque utiliza una manera distinta para recaudar los productos de su chantaje, pero si me entero a tiempo de cuándo se celebra uno de sus aquelarres, escribiré al respecrto, faltaba más. Y de tu exhorto: viejo, soy sólo escribidor, no académico, y no aspiro a convertirme en uno. Gracias por tu lectura.

Morsa de mi vida: Buenísimas, tus reflexiones. Ahora mesmo las pongo como adenda en este post. Y no subo también a La Mancha porque su chimoltrufia está fuera del aire, o eso dice (que conste) el Firefox. Abrazote.

Encontradora: Pues ya ves que disto mucho de ser el primero, que las dos Señorías de aquí arriba ya habían escrito al respecto en sus sendos blogs. Pues no hay que acostumbrarse a la legitimación de la limosna como único mecanismo redistributivo posible. Feliz encuentro.

No te vayas a chivear si te lo digo, querida Marichuy, pero ese “baño de pereza” está genial. Una de dos: o eres una cultivadora de closet del género calambour o tus lapsus tecladae están guiados por la mano de Dios. Abrazo.

Alejandra: Gracias por lanzarte al ruedo. No es consuelo, pero pa’gastritis, la que le inventó Calderón a Ernestina Ascención. Oye, tal vez se pueda pasar de la resistencia personal a la colectiva. Por ejemplo, una campaña con el lema “Dí NO al pinche Redondeo”. Aquí dejo una idea de cómo podría ser, a ver si alguien que le haga al diseño se pudiera aventar un loguito para colocar en blogs o en defensas de coches, etc.

O sea, Anónima, que lo que tienes que empezar a buscar es un nombre, je, je. Y es cierto: ¿Qué honestidad puede haber en la fijación de precios con fracciones imposibles de transformar en su cantidad exacta de dinero?

Qué milagro, Pisador, bienvenido de nuevo.